Ventana de Formación. Nº 10. Septiembre 2017

EDITORIAL

De nuevo comenzamos una nueva andadura de esta publicación, después de disfrutar de este descanso estival. Un descanso que seguro lo hemos dedicado a realizar aquellas actividades que hemos tenido un poco abandonadas por el devenir del día a día.

Seguro que hemos disfrutado de momentos llenos de vida junto a nuestras familias y amigos, a estar un poco más unidos y a disfrutar de conversaciones desde la tranquilidad y el sosiego que nos brinda este período vacacional

De nuevo retomamos durante el transcurso de este mes el pulso de nuestra actividad diaria y también por ende la vida de la Hermandad, que ha quedado como se dice ahora en “stand by”. Durante este mes celebraremos la fiesta de Estatutos de nuestra Madre la Virgen de la Estrella, el día 8 de septiembre, y con ello se dará inicio oficial al curso cofrade.

Os animo desde aquí a que participéis activamente en cada uno de los actos y cultos que desde este día 8 hasta que finalice el curso cofrade, organice la Hermandad. ¡CONTAMOS CON VOSOTROS!

FIESTA DE LA NATIVIDAD DE SANTA MARIA VIRGEN

Conmemoramos el día 8 de este mes la festividad de la Natividad de Santa María Virgen. El evangelio no nos aporta datos del nacimiento de María, pero hay varias tradiciones. Algunas, considerando a María descendiente de David, señalan su nacimiento en Belén. Otra corriente griega y armenia, señala Nazareth como cuna de María.

La celebración de la fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María, es conocida en Oriente desde el siglo VI. Fue fijada el 8 de septiembre, día con el que se abre el año litúrgico bizantino, el cual se cierra con la Dormición, en agosto. En occidente fue introducida hacia el siglo VII y era celebrada con una procesión-letanía, que terminaba en la Basílica de Santa María la Mayor.

Una tradición oriental veneró su nacimiento desde mediados del siglo V, ubicándolo en el sitio de la actual Basílica de “Santa Ana”, en Jerusalén. La fiesta pasó a Roma en el siglo VII y fue apoyada por el Papa Sergio I.

Es la fiesta patronal de muchísimos santuarios, y es así una bella manera de simbolizar el nacimiento espiritual de la Virgen en muchos pueblos.

El nacimiento de María alegra el universo, porque es la estrella que anuncia un tiempo nuevo de salvación para todos los hombres ¿Qué sería nuestra vida de fe sin la presencia maternal de la Madre?

EVANGELIOS DEL MES DE SEPTIEMBRE

Continuamos adentrándonos en este tiempo Ordinario en los evangelios que nos ofrece Mateo, en este primer domingo del mes de septiembre (Mt. 16,21-27), nos quiere hacer reflexionar sobre las palabras que Jesús les dijo a sus discípulos “El que quiera venir en pos de mí que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque quien quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará”. Debemos vivir como Jesús, abiertos, acogedores; buscando no sólo nuestro bien, sino el bien común. Quien quiera salvarse, debe seguirle, liberarse de las ataduras, amar sin límites, confiar totalmente en Él. Si queremos ser fieles a Cristo tenemos que perder privilegio, soltar comodidades y aprender a vivir arriesgando la vida por los demás. Sólo de esa forma ganaremos la verdadera vida.

El segundo domingo, Mateo (Mt. 18, 15-20), nos habla de la corrección fraterna y de la importancia de reunirse en el nombre del Señor. Porque allí donde dos o tres se reúnen Él está presente. Tenemos que corregir fraternalmente; no condenar, ni pasar, sino intentar salvar a la persona. Si ésta al final se resiste, ella sola se aleja de su reconciliación. La importancia de reunirse, de estar cercanos, no enfrentados, que vivamos personal y comunitariamente el proyecto del Reino de Dios y que el centro sea Jesús de Nazaret. Cuando Él está presente, la comunidad está viva, dinámica, orante, acogedora; no tiene nada que ver con el culto por rutina o costumbre. Nadie es más que otro, sino que cada uno comparte su carisma con la comunidad.

En el tercer domingo, XXIV del tiempo Ordinario, San Mateo (Mt. 18, 21-35), nos habla del perdón. A todos nos gusta ser perdonados. Perdonar implica olvidar por completo las ofensas, seguir como si realmente nada hubiese pasado. Pero la realidad nos dice otra cosa, nos cuesta perdonar, nos cuesta pedir perdón y aceptar nuestros errores. Deberíamos caer en la cuenta de que perdonar es un gran gesto de amor porque implica olvidar desde la mente y desde el corazón. En las palabras del Padrenuestro “Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”, está todo un proyecto de vida pasado en la misericordia.

En la parábola del evangelio de San Mateo (Mt. 20, 1-16), de este cuarto domingo, Jesús compara el amor de Dios con la forma de actuar del dueño de una viña. La experiencia personal de Jesús es sorprendente. Ha descubierto en Dios un amor único, un amor de misericordia infinita. Por ello, insiste, el centro de su mensaje siempre es el amor de Dios hacia la humanidad. Nos podemos preguntar ¿Qué querrá decirnos Jesús en esta parábola? . Seguramente que Dios no actúa como nosotros, que siempre busca el bien para todos y no para unos cuantos. Nos dedicamos a cuantificar el amor de Dios, a exigir que según sea nuestra actuación así sea nuestra recompensa. Deberíamos caer en la cuenta de que somos nosotros lo que tendríamos que cambiar nuestra forma de medir, de actuar, dejar de ver lo que hacen los demás para centrarnos en ser generosos, practicar la justicia, la equidad y la igualdad.

PARA REFLEXIONAR

Somos capaces de perdonar, como nos dice Jesús “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”.

Somos capaces ante una sociedad cada vez más globalizada e impersonal, de tomar nota todos los cristianos de la relación filial entre Dios y nosotros.

¿Somos nosotros capaces de reunirnos para escuchar el Evangelio y vivirlo personalmente y comunitariamente en nuestra cotidianidad?