Un beso en sus manos, un consuelo en sus pies

El Domingo de Pasión volvió a ser un hervidero de cofrades en la coqueta plaza de la Purísima Concepción. La cita bien merecía un momento de intimidad, de silencio, de confesión. Fueron muchos los cofrades y devotos que quisieron besar la dulce mano de María Santísima de la Estrella e inclinarse ante los pies de Nuestro Padre Jesús de la Piedad. Ella, en el centro de la Iglesia Conventual acogía en su regazo a quienes murmuraban súplicas y daba gracias por tenerla tan cerca. En el Altar, Cristo, con su clámide púrpura sobre el hombro, y su cetro de Rey.

 

 

 

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