Ventana de Formación. Nº 15. Febrero 2018

EDITORIAL

Casi sin darnos cuenta, durante este mes de febrero, vamos a estar inmersos en una nueva Cuaresma. Este tiempo tan significativo para todo el grupo cristiano que formamos la Hermandad de la Estrella. Un tiempo sin duda, en el que se hacen presentes muchos de los fines que vienen recogidos en nuestros Estatutos, a saber, la Caridad, el Culto y la Formación.

Experimentemos interiormente estas tres cualidades que deben ser los cimientos en los que asentar nuestra fe.

Asimismo durante este mes se han organizado numerosos actos y cultos. En primer lugar, el día 2 celebraremos la Fiesta de la Candelaria. En segundo lugar, el sábado día 17 podemos tener un momento de oración íntima junto a Jesús Sacramentado en  la Vigilia de Adoración al Santísimo,  pilar fundamental de nuestra vida cristiana. Y por último destacar la cita del día 25, fecha de nuestro XXXV Pregón de Exaltación a María Santísima de la Estrella, en el que nuestra hermana y gran cofrade Elena Bautista, nos deleitará con sus palabras dedicadas a nuestra Madre y de sus experiencias acerca del significado de pertenecer a nuestra  Hermandad.

Desde aquí, os animo a que asistáis, ya que sin duda serán muy enriquecedores para todos.

Como podemos vivir la cuaresma

  1. Arrepintiéndome de mis pecados y confesándome

Pensar en qué he ofendido a Dios, Nuestro Señor, si me duele haberlo ofendido, si realmente estoy arrepentido. Éste es un muy buen momento del año para llevar a cabo una confesión preparada y de corazón. Revisa los mandamientos de Dios y de la Iglesia para poder hacer una buena confesión. Ayúdate de un libro para estructurar tu confesión. Busca el tiempo para llevarla a cabo.

  1. Luchando por cambiar

Analiza tu conducta para conocer en qué estás fallando. Hazte propósitos para cumplir día con día y revisa en la noche si lo lograste. Recuerda no ponerte demasiados porque te va a ser muy difícil cumplirlos todos. Hay que subir las escaleras de un escalón en un escalón, no se puede subir toda de un brinco. Conoce cuál es tu defecto dominante y haz un plan para luchar contra éste. Tu plan debe ser realista, práctico y concreto para poderlo cumplir.

  1. Haciendo sacrificios

La palabra sacrificio viene del latín sacrum-facere, que significa «hacer sagrado». Entonces, hacer un sacrificio es hacer una cosa sagrada, es decir, ofrecerla a Dios por amor. Hacer sacrificio es ofrecer a Dios, porque lo amas, cosas que te cuestan trabajo. Por ejemplo, ser amable con el vecino que no te simpatiza o ayudar a otro en su trabajo. A cada uno de nosotros hay algo que nos cuesta trabajo hacer en la vida de todos los días. Si esto se lo ofrecemos a Dios por amor, estamos haciendo sacrificio.

  1. Haciendo oración

Aprovecha estos días para orar, para platicar con Dios, para decirle que lo quieres y que quieres estar con Él. Te puedes ayudar de un buen libro de meditación para Cuaresma. Puedes leer en la Biblia pasajes relacionados con la Cuaresma.

Evangelios del mes de FEBRERO

Continuamos adentrándonos en el evangelio de San Marcos, (Mc. 1, 29-39), el cual nos presenta a Jesús, que, después de haber predicado el sábado en la sinagoga, cura a muchos enfermos. Predicar y curar: esta es la actividad principal de Jesús en su vida pública. Con su predicación anuncia el reino de Dios, y con la curación demuestra que está cerca, que el reino de Dios está en medio de nosotros. Jesús que vino al mundo para anunciar y realizar la salvación de todos los hombres, muestra una predilección particular por quienes están heridos en el cuerpo y en el espíritu, los pobres, los pecadores, los endemoniados, los enfermos, los marginados. Jesús se revela como médico, tanto de las almas como de los cuerpos.

En este segundo domingo San Marcos (Mc. 1,40-45),  vemos como Jesús se salta la ley que margina y excluye a la persona para ponerla por encima de la ley, incluso de la ley religiosa, porque Jesús pone en el centro la vida de la persona. Jesús se encuentra con un leproso, un excluido de la sociedad, una persona muerta en vida, una persona que la única compañía que tenía era la soledad. Este hombre cansado de su vida decide acercarse a Jesús. Lo hace convencido de Él lo curará, sanará su cuerpo y volverá a vivir dignamente. Jesús ve su fe y se compadece de él. Lo cura, pero le dice que no diga nada a nadie, pero el hombre no hace caso y se dedica a pregonar que Jesús lo ha curado. A partir de ese momento Jesús tiene que apartarse de los sitios públicos, porque Él también se ha convertido en un excluido al defender a los más débiles y marginados. Pero la Buena Noticia que Jesús trae se va extendiendo y todo el que la descubre va en busca de Jesús. Actualmente vivimos en un mundo nada fácil, cada vez hay más pobreza y marginación a pesar de que existen más riquezas, más medios para comunicarnos, tenemos mejor sanidad, pero también tenemos más personas paradas, más excluidos.

En este tercer domingo, el primero del tiempo cuaresmal, que hace referencia a los cuarenta días que Jesús pasó en el desierto, después del bautismo en el río Jordán. Escribe san Marcos (Mc. 1,12-15) en el evangelio de hoy: “El Espíritu lo empujó al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás; vivía con las fieras y los ángeles lo servían”. Él, en esos cuarenta días de soledad, se enfrentó a Satanás “cuerpo a cuerpo” desenmascaró sus tentaciones y lo venció. Y en Él hemos vencido todos, pero a nosotros nos toca proteger esta victoria en nuestra vida diaria. Mantengamos la mirada dirigida a la Pascua, que es la victoria definitiva de Jesús, contra el pecado y la muerte. Tenemos que situarnos en la senda de Jesús, la senda que conduce a la vida.

El evangelista Marcos (Mc. 9,2-10), nos habla en este segundo domingo de Cuaresma de la Transfiguración, y este relato fue muy importante entre los primeros seguidores de Jesús, como quizás debería serlo hoy entre nosotros. Hoy vemos como Jesús encuentra dificultad para llegar a los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Muchos han dejado la práctica religiosa, otros no han escuchado hablar de Él y tal vez nunca lo conozcan, tampoco se acercan a las comunidades parroquiales, a la iglesia, en definitiva, porque sólo ven adoctrinamiento y, en muchas ocasiones, falta de amor. nosotros, los que nos decimos seguidores de Jesús, pertenezcamos o no  a la Iglesia tenemos que seguir anunciando su Palabra, tenemos que hacerla creíble con nuestro testimonio de vida, dando amor donde quiera que estemos, extendiendo nuestras manos para que sean apoyo y aliento de los más desfavorecidos.

PARA REFLEXIONAR

¿Estamos preparados para llevar la luz de la palabra de Dios a quienes sufren?

¿Cuántas personas excluimos de nuestra vida  cuando nos enteramos de que tienen alguna enfermedad, practican otra religión, tienes ideas políticas contrarias a las nuestras o son sexualmente distintos?

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