VENTANA DE FORMACIÓN Nº 61. NOVIEMBRE 2022

Señor de la Piedad, acoge bajo tu mirada piadosa a los que ya no están con nosotros. Acuérdate de ellos.                                                    

Estrella, acoge en tu seno a los que nos han dejado desgraciadamente y acuérdate de su paso por este mundo.

Desde la Vocalía de Formación, volvemos a encontrarnos, un mes más, con las Ventanas de Formación, con el objetivo de complementar la formación activa que la Vocalía propone para todos los cofrades con sus actividades durante todo el año.

En esta ocasión, con un mes de noviembre que comienza con las tradicionales fechas en que mantenemos  el recuerdo por todos los difuntos, nuestros seres queridos que nos dejaron y que deseamos su descanso eterno. Los actos programados para estas fechas por nuestra Hermandad Dominica y Cofradía de nazarenos de Nuestro Padre Jesús de la Piedad en su Sagrada Presentación al Pueblo, María Santísima de la Estrella, Ntra. Sra. del Rosario y Santo Domingo de Guzmán, comienzan el día 2 de noviembre a las 19:30 horas en la Iglesia de la Purísima Concepción donde se ofrecerá una Eucaristía por el alma de todos los difuntos. Igualmente, durante los días del 11 al 13 de noviembre se dará culto a María Santísima de la Estrella en el Triduo en su Honor que se celebrará, igualmente en la Iglesia de la Purísima Concepción en horario de 19:30 a 21:00.

Significados:

Uno de los pilares básicos de la Formación debe ser la aclaración de conceptos que por ser tan comunes y familiares, a veces no caemos en comprender en su totalidad. En esta ocasión vamos a hablar de los momentos litúrgicos.

En primer lugar es necesario aclarar lo que significa y como se desarrolla el  Año Litúrgico.

Como ya sabemos, el calendario civil se maneja por años, meses, semanas, días. Tiene cuatro estaciones: primavera, verano, otoño e invierno. Inicia siempre el día 1° de Enero y termina el 31 de diciembre. En ese calendario hay fechas históricas cuyos personajes ya murieron y que se recuerdan. Sin embargo, la vida de la Iglesia se guía por un calendario litúrgico que se compone de 52 domingos, los domingos del año y tiene dos tiempos muy importantes: Adviento y Cuaresma, que nos preparan para celebrar las fiestas de Navidad y de Pascua.

  • Nuestro calendario litúrgico inicia con el primer domingo de adviento y termina con la fiesta de Cristo Rey.
  • La diferencia entre el calendario litúrgico y el calendario civil es que la Iglesia recuerda acontecimientos del pasado, pero celebra y festeja a una persona que está viva y está presente en la vida de la Iglesia y en cada uno de nosotros.

Así, el Año Litúrgico tiene dos funciones o finalidades:

Una finalidad catequética, que quiere enseñarnos los varios misterios de Cristo: Navidad, Epifanía, Muerte, Resurrección, Ascensión, etc. El año litúrgico celebra el misterio de la salvación en las sucesivas etapas del misterio del amor de Dios, cumplido en Cristo.

Una finalidad salvífica: es decir, en cada momento del año litúrgico se nos otorga la gracia específica de ese misterio que vivimos.

En un lenguaje más simple, se puede decir que el Año Litúrgico honra religiosamente los aniversarios de los hechos históricos de nuestra salvación, ofrecidos por Dios, para actualizarlos y convertirlos, bajo la acción del Espíritu Santo, en fuente de gracia divina, aliento y fuerza para nosotros.

Este calendario litúirgico, como ya se ha dicho, se puede dividir en:

ADVIENTO. Es un tiempo de oración y preparación para la venida del Señor. Es tiempo de alegría y esperanza. Es esperar al que ya vino. Empieza cuatro domingos antes de Navidad y termina después de las oraciones del medio día del 24 de diciembre. Durante el Adviento, Navidad y Epifanía se revive la espera gozosa del Mesías en la Encarnación.

NAVIDAD. Empieza con las oraciones en Nochebuena y termina en la fiesta del Bautizo de Nuestro Señor. En Navidad nosotros celebramos la maravilla de la Encarnación.

TIEMPO ORDINARIO. Se contempla la misión redentora de Cristo en su plenitud y la misión de la iglesia. Ocurre dos veces en el año litúrgico: después de la época de Navidad hasta el Miércoles de Ceniza y desde el día después de Pentecostés hasta las oraciones de la vigilia del primer domingo de Adviento. Es considerado como un tiempo menor, como si los periodos privilegiados del Adviento, Cuaresma y Pascua fuesen los únicos a tener derecho de ciudadanía. Y, sin embargo, es un tiempo importante; tan importante que, sin él, la celebración del misterio de Cristo y la progresiva asimilación de los cristianos a este misterio se verían reducidos a puros episodios aislados.

CUARESMA. Comienza con el Miércoles de Ceniza y se prolonga durante los cuarenta días anteriores al Triduo Pascual. Es tiempo de preparación para la Pascua o Paso del Señor. Es un tiempo de oración, penitencia y ayuno. Es tiempo para la conversión del corazón. La Cuaresma se fija a partir del ciclo lunar, es decir, no se ciñe estrictamente al año calendario. La fiesta más importante de los católicos, la Semana Santa, coincide con la fiesta de la “pascua judía”, misma que también depende de la primera luna llena de Primavera.

PASCUA Se conmemora la pasión, muerte y resurrección de Jesús, sacándonos de las tinieblas del pecado a la claridad de la luz.  Termina con Pentecostés, donde se conmemora la venida del Espíritu Santo, para santificar, guiar y fortalecer a su Iglesia.

EVANGELIOS DEL MES DE NOVIEMBRE

La lectura del evangelio del primer domingo es el Evangelio según San Lucas 20, 27-38

Jesús es más personal y comprometido que los fariseos y se enfrenta con los materialistas saduceos; lo que tiene que decir lo afirma rotundamente, recurre a las tradiciones de su pueblo, a los padres: Abrahán, Isaac y Jacob. Pero es justamente su concepción de Dios como Padre, como bondad, como misericordia, lo que le llevaba a enseñar que nuestra vida no termina con la muerte. Un Dios que simplemente nos dejara morir, o que nos dejara en la insatisfacción de esta vida y de sus males, no sería un Dios verdadero. Y es que la cuestión de la otra vida, en el mensaje de Jesús, tiene que ver mucho con la concepción de quién es Dios y quiénes somos nosotros. Jesús tiene un argumento que es inteligente y respetuoso a la vez: no tendría sentido que los padres hubieran puesto su fe en un Dios que no da vida para siempre.

El Dios que se reveló en la zarza ardiendo de Sinaí a Moisés es un Dios de una vez, porque es liberador; es liberador del pueblo de la esclavitud y es liberador de la esclavitud que produce la muerte. De ahí que Jesús proclame con fuerza que Dios es un Dios de vivos, no de muertos. Para Él “todos están vivos”, dice Jesús afirmando algo (según Lucas lo entiende) que debe ser el testimonio más profundo de su pensamiento escatológico, de lo que le ha preocupado al ser humano desde que tiene uso de razón: hemos sido creados para la vida y no para la muerte.

Nos acercaremos al segundo domingo del mes con la lectura del Evangelio según San Lucas 21, 5-19

Es seguro que Jesús nunca se definió por un fin del mundo y de la historia con la llegada del reinado de Dios. No era un iluso, aunque fuera un “profeta” escatológico. Pero con ello hay que entender que algo nuevo y “definitivo” estaba surgiendo con su llamada a la conversión y a buscar a Dios con toda el alma y todo el corazón. Porque los reinos de este mundo solamente provocan guerras y catástrofes, pero el Reino de Dios al que él le dedica su vida, nos trae la justicia y la paz. Si no es así es porque los poderosos de este mundo quieren ocupar el lugar de Dios en la historia. Y es eso lo que se condena con este discurso. Los cristianos deben saber que estarán en conflicto con los que dominan en el mundo. En el caso de Lucas, el discurso prepara a los cristianos, no para el fin del mundo, sino para estar dispuestos a la persecución y a la lucha si en verdad son fieles al mensaje de profeta de Galilea. Por ello hay que mantenerse “vigilantes”, pero no por catástrofes apocalípticas, sino porque el reinado de Dios es una instancia crítica que no puede aceptar en muchas ambientes de este mundo.

En el tercer domingo nos adentraremos en la lectura del Evangelio según san Lucas 23,35-43

El evangelio de Lucas forma parte del relato de la crucifixión, diríamos que es el momento culminante de un relato que encierra todo la teología lucana: Jesús salvador del hombre, y muy especialmente de aquellos más desvalidos. Lucas no entiende la muerte de Jesús como un fracaso. Y no lo es en verdad. Es el momento supremo de la entrega a una causa por la que merece dar la vida. Cuando todos los que están al lado de la cruz le han retado a que salve tal como ellos entienden la salvación, Jesús se niega a aceptarlo. Cuando alguien, destrozado, aunque haya sido un bandido o malhechor, le ruega, le pide, le suplica, ofrece todo lo que es y todo lo que tiene. Desde su impotencia de crucificado, pero de Señor verdadero, ofrece perdón, misericordia y salvación. Esta teología de la cruz es la clave para entender adecuadamente a Jesucristo como Rey del universo. Es un rey sin poder, es decir, el “sin-poder” del amor, de la verdad y del evangelio como buena nueva para todos los que necesitan su ayuda. “Hoy estarás conmigo en el paraíso” es la afirmación más rotunda de lo que este rey crucificado ofrece de verdad. No es la conquista del mundo, sino de nuestra propia vida más allá de este mundo.

La lectura que nos ocupa este cuarto domingo, día del Señor, es la Lectura del santo Evangelio según san Mateo 24, 37-44

El evangelio del día nos ofrece un pasaje del último discurso de este evangelista conocido como discurso apocalíptico. Y es que el Adviento parte de la experiencia de una historia gastada, agotada, y apunta a una esperanza nueva e inaudita: la esperanza de un salvador que traiga luz, justicia y paz a los hombres. Este mundo no puede seguir así y Dios tiene que tomar las riendas de la historia humana, como en el tiempo de Noé y el diluvio. Sobre esta comparación está montada la parte del discurso que quiere trasmitir a los cristianos, en nombre de palabras de Jesús, la necesidad de la «vigilancia». Es evidente que la historia, nuestra historia, necesita ser siempre renovada. Eso es lo que buscan los hombres de todas las religiones y tendencias. Y eso es lo que se propone también con este tipo de discurso, producto de una mentalidad apocalíptica, que no es lo más característico de Jesús, sino más bien de una comunidad, como la de Mateo, en la que permanecen muchas concepciones del judaísmo. Llamada, pues, a convertirse; llamada de recomenzar, porque siempre es posible «recomenzar» para el ser humano. Los animales u otros seres vivientes no pueden nunca «recomenzar», les es imposible, pero el ser humano sí. Esa es nuestra grandeza y nuestro reto. Es algo que Dios ha puesto en la entraña misma del ser humano «Estad preparados», en el lenguaje apocalíptico, puede sonar a algo poco agradable; pero desde la lectura profética de la acción y las palabras de Jesús es una llamada exhortativa a vivir en concordia, en paz, en justicia. y en alegría. Dios, el Dios de Jesús, siempre tendrá un proyecto de salvación con la humanidad.

Un fraternal saludo en el Señor.

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