VENTANA DE FORMACIÓN 41. NOVIEMBRE 2020

Señor de la Piedad, acuérdate de todas aquellas, tus hijas, que han vivido bajo tu presencia. Admítelas a contemplar la luz de tu rostro.

Estrella, que supiste estar en el mayor dolor, acoge en tu mirada a todos aquellos, tus hijos, que ya disfrutan del descanso eterno junto a Ti .
Desde la Vocalía de Formación, volvemos a encontrarnos, un mes más, con las Ventanas de Formación, con el objetivo de complementar la formación activa que la Vocalía propone para todos los cofrades con sus actividades durante todo el año. En esta ocasión, con un mes de noviembre en el que poco más se puede decir de la pandemia surgida por el SARS-CoV-2, sino que comienza de nuevo a descontrolarse y al parecer contradictoriamente endémica, las circunstancias sólo nos pueden hacer decir que los actos programados para estas fechas por nuestra Hermandad Dominica y Cofradía de nazarenos de Nuestro Padre Jesús de la Piedad en su Sagrada Presentación al Pueblo, María Santísima de la Estrella, Ntra. Sra. del Rosario y Santo Domingo de Guzmán, están como no, sujetas a las más estrictas normas anticovid, sino también, a una posible suspensión. Aún así, este noviembre acoge las fechas en las que tendremos un especial recuerdo a todos aquellos seres queridos que ya no se encuentran entre nosotros pero siempre estarán en nuestros corazones. Así, el día 2 de noviembre a las 19:30 horas en la Iglesia de la Purísima Concepción se ofrecerá una Eucaristía por el alma de todos los difuntos, con la consideración de un absoluto recuerdo a todos aquellos que han perdido la vida por culpa de esta enfermedad, cofrades y no cofrades. Igualmente, durante los días del 13 al 15 de noviembre se dará culto a María Santísima de la Estrella en el Triduo en su Honor que se celebrará, como novedad, en la Iglesia de la Merced en horario de 19:30 a 21:30.

SIGNIFICADOS:
Evidentemente esta celebración entronca con la de difuntos que hace que todos tengamos, aunque sea en por un día, en nuestro recuerdo a todos aquellos fallecidos, justo en esas jornadas de los primeros días del mes de noviembre y que honramos con la visita a los cementerios y el cuidado de sepulcros, lápidas y panteones. Así, en esas jornadas, los cementerios se llenan de flores. La tradición de llevar flores a los cementerios existe desde hace muchísimo tiempo. Ya en la antigüedad se solían llevar flores para ornamentar la despedida o el recuerdo de nuestros seres queridos. Su origen es mucho más antiguo de lo que creemos, dado que la primera tumba a la que se llevaban flores está ubicada en Israel y data de hace más de 13.000 años. El simbolismo que une al hombre con las flores parece venir también desde muy lejos y tenemos la prueba en el salmo 103 que dice así: “Los días del hombre no son sino hierba: crecen como las flores del campo; cuando el viento pasa sobre ellas, desaparecen…». Pero no en todo el mundo católico se celebra de igual forma el recuerdo de los difuntos. Famoso es el caso de la tradición mexicana del Día de Muertos. La llegada de los españoles a México influyó radicalmente en la celebración de su Día de Muertos. Así, se hizo coincidir la fiesta de los muertos de los indígenas -que duraba dos meses- con las celebraciones católicas del Día de Todos los Santos y los Fieles Difuntos (1 y 2 de noviembre). En la actualidad, el Día de Muertos mexicano es el resultado de una mezcla de estas dos culturas, de tradiciones precolombinas y católicas. En México se rodea de un halo de fiesta y color, de celebración a la vida y de reencuentro con los difuntos que se cree que regresan a nuestro mundo por un día. Para ellos, la muerte no era otra cosa que un símbolo de la vida que se representa en el altar ofrecido a los difuntos. Millones de hogares mexicanos siguen colocando con sumo cariño y detalle sus altares en los que se combinan multitud de símbolos, comida, papel picado y fotos de personas fallecidas. Es precisamente este recuerdo de quienes ya no están lo que permite -junto a la ayuda de las velas y de la olorosa flor de tagete- que las almas de los difuntos encuentren el camino de regreso a casa para convivir con la familia y disfrutar de los alimentos dispuestos en los altares en su honor.

REFLEXIÓN:
No es en vano que el Papa Francisco, ha sabido conjugar también el sentido mexicano de esta celebración: “El 1 de noviembre celebramos la solemnidad de Todos los Santos. El 2 de noviembre la Conmemoración de los Fieles Difuntos. Estas dos celebraciones están íntimamente unidas entre sí, como la alegría y las lágrimas encuentran en Jesucristo una síntesis que es fundamento de nuestra fe y de nuestra esperanza. Por una parte, la Iglesia, peregrina en la historia, se alegra por la intercesión de los santos y por otra, ella, como Jesús, comparte el llanto de quien sufre la separación de sus seres queridos.” no dice el Santo Padre.

EVANGELIOS DEL MES DE NOVIEMBRE
El evangelio que nos ocupa este primer Domingo, día del Señor, es el de Evangelio: Mateo (5,1-12): Las opciones del Reino
El evangelio de esta fiesta es ya proverbial; se trata de las bienaventuranzas de Mateo, cuyo texto, además, tiene la solemnidad de una proclamación, sobre un monte (de ahí el Sermón de la Montaña en que está contextualizado), y para toda la multitud, como sería la multitud incontable del texto de Apocalipsis ( primera lectura). Las bienaventuranzas son creativas, no cuantitativas. Son los puntos más determinantes con los cuales Jesús ha pretendido una nueva humanidad, un nuevo pueblo. Se propone la pobreza que libera el corazón de muchas ataduras, la misericordia que introduce en las relaciones humanas la benevolencia y el perdón, la limpieza de corazón para juzgar y ser juzgados, la lucha por la justicia, porque Dios es justo. Se proclaman bienaventurados por haber elegido lo que el mundo no elige, simplemente porque odia; por haberse decidido por el sentido mejor de la vida. Se trata de una posibilidad de santidad que se debe vivir ya desde ahora, aquí en nuestra historia; no queda para después de que todo haya acabado.
Con las bienaventuranzas Jesús quiere proclamar el Reino de Dios y quiere enseñar a vivir en ese Reino al que dedica su vida. Son expresiones que nos muestran a un Jesús “profeta escatológico” (no necesariamente apocalíptico), que quería anunciar lo que debería cambiar esta historia. Algunos especialistas han hecho una traducción sobre las bienaventuranzas en las que siempre es determinante el verbo “elegir”: elegir ser pobre y no rico en este mundo; elegir la justicia y no otra cosa; elegir la paz. Aquí están representados los valores del reino, los valores de la vida ante Dios.

La lectura del evangelio del segundo domingo de Octubre nos lo va a acercar el mismo evangelista. Es el de Evangelio (Mateo 25,1-13): La actitud frente a la felicidad eterna
El evangelio, texto exclusivo de Mateo, nos propone la parábola de las vírgenes necias y las prudentes. No siempre hemos logrado penetrar adecuadamente en su sentido, ya que la narración está recargada de significados específicos diversos. Jesús, en ella, se vale del marco de una fiesta de bodas para hablar de algo trascendental: la espera y la esperanza, como cuando la novia está ardiendo de amor por la llegada de su amado, de su esposo. Pero los protagonistas no son ni el novio (lo será al final de todo), ni la novia, en este caso, sino las doncellas que acompañaban a la novia para este momento. La narración da a entender que para este acontecimiento de amor y de gracia hay que estar preparados, o lo que es lo mismo, deben abrirse a la sabiduría; el júbilo que se respiraba en una boda como la que Jesús describe es lo propio de algo que alcanza su cenit en la venida del esposo.
Lo importante es estar preparados para la venida del esposo, el personaje que se hace esperar. Por tanto, es cuestión de entender cómo nos enfrentamos a lo más importante de nuestra vida: la muerte y la eternidad: ¿con sabiduría? ¿con alegría? ¿con aceite, con luz? ¿con esperanza? Este mundo puede ser «casi» eterno, pero nosotros aquí no lo seremos. Estamos llamados a una «presencia de Dios» y eso es como unas bodas: debemos anhelar amorosamente ese momento o de lo contrario seremos unos necios y no podremos entender unos desposorios de amor eterno, de felicidad sin límites.

Nos acercaremos al tercer domingo del mes con la lectura del Evangelio según San Mateo (25,14-30): No «enterrar» el futuro
El evangelio de Mateo nos muestra, tal como lo ha entendido el evangelista, una parábola de «parusía» sobre la venida del Señor. Es la continuación inmediata del evangelio que se leía el domingo pasado y debemos entenderlo en el mismo contexto sobre las cosas que forman parte de la escatología cristiana. Los hombres que han recibido los talentos deben prepararse para esa venida. Dos los han invertido y han recibido recompensa, pero el tercero los ha cegado y la reacción del señor es casi sanguinaria. El siervo último había recibido menos que los otros y obró así por miedo, según su propia justificación. ¿Cómo entendieron estas palabras los oyentes de Jesús? ¿Pensaron en los dirigentes judíos, en los saduceos, en los fariseos que no respondieron al proyecto que Dios les había confiado? ¿Qué sentido tiene esta parábola hoy para nosotros? Es claro que el señor de esta parábola no quiere que lo entierren, ni a él, ni lo que ha dado a los siervos. El siervo que “entierra” los talentos, pues, es el que interesa. Parece que la recompensa divina, tal como la Iglesia primitiva pudo entender esta parábola, es injusta: al que tiene se le dará, y al que tiene poco se le quitará. Pero se le quitará si no ha dado de sí lo que tiene. Y es que no vale pensar que en el planteamiento de la salvación, que es el fondo de la cuestión, se tiene más o menos; se es rico o pobre; sino que la respuesta a la gracia es algo personal que no permite excusas. La salvación llega de verdad si la esperamos y si estamos abiertos a ella.

En el cuarto domingo nos adentraremos en la lectura del santo evangelio según san Mateo (25,31-46): Un “reino” de vida, por la justicia y la paz
El evangelio de hoy, de Mateo, el que se conoce como el “juicio de las naciones”, está en conexión con la primera lectura en razón del papel de las ovejas y del futuro que les espera. Ahora, aquél pastor pasa a ser rey de las naciones, del universo entero. El Hijo del hombre juzga como los reyes… pero en realidad es un elemento no decisivo, ya que el “reinado de Dios”, clave del mensaje de Jesús, no expresa monarquía, ni sistema político determinado aún en lo parlamentario, sino un planteamiento ético universal. La teología del evangelista trata de presentar una dimensión cósmica, universal, de la acción del Señor. Todo el mundo, toda la historia, pues, están bajo la acción salvadora y redentora del Señor.
Es verdad que los “hermanos míos pequeños” son los seguidores de Jesús que sufren y son perseguidos… pero los hermanos de Jesús “pequeños” son todos los hombres y mujeres que sufren. Y eso no significa que la religión salta por los aires, sino que la religión del “reinado de Dios” es universal, y en la que caben aquellos que sin pertenecer a una estructura religiosa confesional pueden hacer posible lo que el Reino de Dios pretende, hacer de este mundo un “reinado de vida” por la justicia y la paz.
En el último domingo, leemos el Evangelio: Marcos (13,33-37): La vigilancia, una llamada a la esperanza
El evangelio de Marcos se conoce como el «discurso escatológico» porque se afrontan las cosas que se refieren al final de la vida y de los tiempos. Es un discurso que tiene muchos parecidos con la literatura del judaísmo de la época que estaba muy determinada para la irrupción del juicio de Dios para cambiar el rumbo de la historia. Aquí, el evangelista, se vale de la parábola del portero que recibe poderes para vigilar la casa hasta que el dueño vuelva. En la historia de la humanidad siempre se repiten momentos de crisis; situaciones imposibles de dominar desde el punto de vista social y político, cuando no es una catástrofe natural. La interpretación religiosa de esos acontecimientos se presta a muchos matices y a veces a falsas promesas. El lenguaje apocalíptico, que no era lo propio de Jesús, se convierte para algunos en la panacea de la interpretación religiosa en los momentos de crisis y de identidad.
Hoy, sin embargo, debemos interpretar lo apocalíptico con sabiduría y en coherencia con la idea que Jesús tenía de Dios y de su acción salvadora de la humanidad. Se pide «vigilancia». ¿Qué significa? Pues que vivamos en la luz, en las huellas del Dios vivo, en el ámbito del Dios de la encarnación como misterio de donación y entrega. Ese es el secreto de la vigilancia cristiana. Pero vigilar es tan importante como saber vivir con dignidad y con esperanza. Hablar de la “segunda” venida del Señor hoy no tendría mucho sentido si no la entendemos como un encuentro a nivel personal y de toda la humanidad con aquél que ha dado sentido a la historia. Todo acabará bien, en las manos de Dios.

FRASES PARA REFLEXIONAR:
• Las bienaventuranzas en las que siempre es determinante el verbo “elegir”: elegir la justicia y no otra cosa; elegir la paz.
•Este mundo puede ser «casi» eterno, pero nosotros aquí no lo seremos. Estamos llamados a una «presencia de Dios». Debemos anhelar amorosamente ese momento o de lo contrario seremos unos necios.
•Al que tiene se le dará, y al que tiene poco se le quitará, pero se le quitará si no ha dado de sí lo que tiene.
•Todo el mundo, toda la historia, pues, están bajo la acción salvadora y redentora del Señor.
• Todo acabará bien, en las manos de Dios.

Un fraternal saludo en el Señor.

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