VENTANA DE FORMACIÓN 57. MAYO 2022

Señor de la Piedad, más que nunca TE necesitamos, ten Piedad de todos nosotros, como tu Santo Nombre nos recuerda.

Estrella, más que nunca TE necesitamos, sé nuestra guía en el mar oscuro de la vida, como tu Santo Nombre nos recuerda.

Desde la Vocalía de Formación, volvemos a encontrarnos, un mes más, con las Ventanas de Formación, con el objetivo de complementar la formación activa que la Vocalía propone para todos los cofrades con sus actividades durante todo el año. Comenzamos el mes de Mayo, el mes de las flores, el mes de María, nuestra madre y también el de nuestras madres terrenales. La Iglesia otorga este mes a María para acercarnos más a Ella.

Recuperado el pulso tras la Semana Santa, llega un mes cargado de encuentros cofrades en el seno de nuestra Hermandad Dominica y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús de la Piedad, en su Sagrada Presentación al Pueblo, María Santísima de la Estrella, Nuestra Señora del Rosario y Santo Domingo de Guzmán. La celebración de la Cruz de Mayo, del 6 al 8 de mayo, en la Plaza de la Purísima Concepción es una ocasión perfecta de hermanamiento cofrade. Ese mismo 8 de mayo, domingo, también celebraremos junto a nuestra Cofradía Hermana del Rosario y nuestras RRMM Dominicas la festividad de la Rosa a las 12:00 h. en la Iglesia de la Purísima Concepción y posterior Eucaristía. El día 29, Dios mediante, celebraremos el Rosario Vespertino con María Stma. de la Estrella, a partir de las 18:30 horas, en la Iglesia de la Purísima Concepción, para poner el colofón a este año cofrade, con la Misa de Hermandad y Acción de Gracias por el curso cofrade, a las 20:30 en la Iglesia de la Merced.

SIGNIFICADOS:
La ya comentada fiesta de la Cruz de Mayo, es una ocasión especial para la veneración de la Cruz, así como para el hermanamiento cofrade. Esta fiesta, en su vertiente popular, está muy extendida por toda España, aunque con variaciones muy significativas de unos lugares a otros. A pesar de ello, la celebración presenta en todas sus manifestaciones una serie constante de elementos comunes. El centro de la fiesta es una cruz, de tamaño natural o reducido, que se adorna, en la calle o en el interior de una casa, con flores, plantas, objetos diversos (pañuelos, colchas, cuadros, candelabros, etc.) y adornos elaborados. A su alrededor se practican bailes típicos, se realizan juegos y se entonan coplas alusivas. Se acompaña de procesiones infantiles de carácter religioso.
A la hora de establecer los orígenes de esta celebración popular de la Cruz hay que referirse necesariamente a una serie de fiestas paganas que se celebraban desde muy antiguo en el mes de mayo. Efectivamente, el mes de mayo, considerado desde siempre como el mes del esplendor de la vegetación y el mes amoroso por excelencia, ha sido desde tiempos remotos el escenario de un buen número de fiestas populares. Los orígenes de estas fiestas populares del mes de mayo son discutidos. Desde los autores renacentistas se pretende hacer derivar tales celebraciones de alguna festividad clásica grecolatina. Un escritor italiano del siglo XVI, Polydoro Virgilio, las relaciona con las fiestas romanas en honor de Flora, diosa que representa el eterno renacer de la vegetación en primavera (las Floralia, que duraban del 28 de abril al 3 de mayo). Otros las vinculan con las fiestas romanas de Vulcano y de las divinidades Maia y Ops. Aunque se puede apreciar una cierta semejanza o paralelismo entre estas celebraciones y nuestras fiestas de mayo, es difícil, sin embargo, admitir una relación y más bien habría que tener en cuenta los fenómenos culturales recurrentes de adoración al árbol y exaltación de la naturaleza. Por ello mismo, hay que concluir que el sentido de estas fiestas es plenamente naturalista: saludo a la primavera, celebración del comienzo de un nuevo ciclo de la vegetación, agradecimiento a la naturaleza por sus futuras cosechas. Y, como consecuencia de ello, exaltación del amor y de los sentimientos humanos más espontáneos. Pues bien, como consecuencia del empeño de la jerarquía cristiana por eliminar antiguas prácticas paganas y supersticiosas, en un momento dado de su desarrollo las fiestas naturalistas de mayo se habrían transformado y agrupado en torno a un nuevo motivo, la Cruz. En un maravilloso ejemplo de asimilación y sincretismo de fiestas y símbolos, el árbol fue sustituido por una cruz. En definitiva, no es posible negar la conexión entre las fiestas paganas de la naturaleza y la celebración de la Cruz de Mayo, así como la anterioridad cronológica del mayo. Quizás lo justo sería hablar de que la fiesta de la Cruz, cuando comenzó a desarrollarse popularmente, tomó elementos de otras fiestas no religiosas, sencillamente como consecuencia inevitable de su coexistencia.

EVANGELIOS DEL MES DE MAYO
Evangelio: Juan (21,1-19): La Resurrección, experiencia de amor
Comenzamos el primer domingo de mayo con la lectura del evangelio de San Juan (21, 1-19). Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar. Tres preguntas que realiza Jesús a Simón Pedro sobre su amor hacia Él y tres respuestas memorables: “Apacienta mis corderos”, “Pastorea mis ovejas” y “apacientas mis ovejas”. ¿Nos acordamos de las tres negaciones de Pedro? ¿Quería resarcir Jesús a Pedro de esas negaciones anteriores? Los discípulos reconocen inmediatamente a Jesús cuando se les presenta. El Señor le pide a Pedro el testimonio de su amor y su fidelidad, porque a él le debe encomendar la responsabilidad de la primera comunidad de discípulos. Pedro, pues, se nos presenta como el primero, pero entendido desde la experiencia del amor. Jesús pide echar las redes, pescar en el río. Ser “pescadores de hombres”.

Evangelio: Juan (10,27-30): Dios da su vida a los hombres en Jesús
El segundo domingo de mayo nos lleva a bucear en la lectura del evangelio según San Juan (10, 27-30). Domingo llamado del Buen Pastor. Está situado en el marco de la fiesta de la dedicación del Templo de Jerusalén y le acosan a preguntas sobre si es verdaderamente el Mesías. Jesús, aparentemente, no quiere contestar a esa pregunta intencionada, pero en realidad no desvía la cuestión, sino que les habla con un lenguaje más vivo, más radical con una forma de entender el mesianismo en clave distinta de los judíos. El verdadero Mesías es el que sabe dar “la vida por las ovejas”, es decir, por el pueblo. Se revela el sentido ejemplar, global, del buen pastor, símbolo de la gracia y termina el Evangelio con una rotunda afirmación por parte de Jesús: “Yo y el Padre somos uno”.

Evangelio: Juan (13,31-35): La batalla del amor
Estamos, en el evangelio de Juan en la última cena de Jesús. Ese es el marco de este discurso de despedida, testamento de Jesús a los suyos. La última cena de Jesús con sus discípulos quedaría grabada en sus mentes y en su corazón. El redactor del evangelio de Juan sabe que aquella noche fue especialmente creativa para Jesús, no tanto para los discípulos, que solamente la pudiera recordar y recrear a partir de la resurrección. Juan es el evangelista que más profundamente ha tratado ese momento, a pesar de que no haya descrito la institución de la eucaristía. Ha preferido otros signos y otras palabras, puesto que ya se conocían las palabras eucarísticas por los otros evangelistas. Precisamente las del evangelio de hoy son determinantes. Se sabe que para Juan la hora de la muerte de Jesús es la hora de la glorificación, por eso no están presentes los indicios de tragedia.

Evangelio: Juan (14,23-29): El amor debe transformar el mundo
Estamos, de nuevo, en el discurso de despedida de la última cena del Señor con los suyos. Se profundiza en que la palabra de Jesús es la palabra del Padre. Pero se quiere poner de manifiesto que cuando él no esté entre los suyos, esa palabra no se agotará, sino que el Espíritu Santo completará todo aquello que sea necesario para la vida de la comunidad. Según Juan, Jesús se despide en el tono de la fidelidad y con el don de la paz. “El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió…. La Paz os dejo, mi Paz os doy: No os la doy como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: «Me voy y vuelvo a vuestro lado.» Si me amarais os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo”

Evangelio: Lucas (24,46-53): Resurrección-Exaltación
Como ya no se celebra la Ascensión del Señor en el “jueves” precedente a este domingo, su liturgia se traslada a lo que debería ser el VII Domingo de Pascua. Los textos de este día, pues, están determinados por esta fiesta del Señor. Es Lucas, tanto en el Evangelio como en los Hechos de los Apóstoles, el único autor que habla de este misterio en todo el Nuevo Testamento. Sin embargo, las diferencias sobre el particular de ciertos aspectos y símbolos en el mismo evangelista sorprenden a quien se detiene un momento a contrastar el final del evangelio (Lc 24,46-53) y el comienzo de los Hechos (1,1-11), que son las lecturas fundamentales de la fiesta de este día. En realidad, los discursos no son opuestos, pero resalta, en concreto, que la Ascensión se posponga “cuarenta días”, en los Hechos de los Apóstoles, mientras que en el Evangelio todo parece suceder en el mismo día de la Pascua. Esto último es lo más determinante ya que la Ascensión no implica un grado más o un misterio distinto de la Pascua. Es lo mismo que la Resurrección, si ésta se concibe como la “exaltación” de Jesús a la derecha de Dios. ¿Qué es lo que pretende Lucas? Simplemente establecer un período determinado, simbólico, de cuarenta días (no contables en espacio y en tiempo), en que lo determinante es lo que se refiere a hablarles del Reino de Dios y a prepararlos para la venida del Espíritu Santo. En ese sentido, en lo esencial, las dos lecturas que se hacen hoy del acontecimiento coinciden: Jesús instruye a sus discípulos de nuevo, confirmándolos en su fe todavía frágil, demasiado tradicional respecto al proyecto salvífico de Dios, para estar alerta. Apoyándose en la narración de Lucas, se vio en la Ascensión la definitiva “subida”: la exaltación a la gloria de Dios. Pero eso no es muy coherente, ya que la exaltación acontece en la misma resurrección. Todo lo que se refiere a la Ascensión del Señor se evoca en el relato de los Hechos, que es el más vivo, con un simple verbo en pasiva: «fue elevado», sin decirnos nada en lo que respecta a la clase de prodigio. A pesar de que este misterio se comunica por una serie de códigos bíblicos que nos hablan de la presencia misteriosa de Dios (en la nube, como revelación de su gloria, en la que entra Jesús por la Resurrección o la Ascensión), el tiempo Pascual ha sido necesario para que los discípulos rompan con todos los miedos para salir al mundo a evangelizar. Pero en todo caso, hay una promesa muy importante: recibirán la fuerza de lo alto, el Espíritu Santo, que les acompañará siempre. Lucas, pues, usa el misterio de la Ascensión para llamar la atención sobre la necesidad de que los discípulos entren en acción.

Un fraternal saludo en el Señor.

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