VENTANA DE FORMACIÓN 82. ENERO 2025

Señor de la Piedad, que en el Nuevo Año que comienza, tengas Piedad de todos nosotros, como tu Santo Nombre nos recuerda, Jesús, Rey, Hombre y Dios.

Estrella, que en el Nuevo Año que comienza, seas nuestra guía en el mar oscuro de la vida, como tu Santo Nombre nos recuerda, Estrella del Mar, del Cielo y de nuestras vidas.

Desde la Vocalía de Formación, volvemos a encontrarnos, un mes más, con las Ventanas de Formación, con el objetivo de complementar la formación activa que la Vocalía propone para todos los cofrades con sus actividades durante todo el año. Este mes no es un mes más, sino el primero de un nuevo año. Comenzamos un año que se puede tomar como un nuevo reto en nuestra vida laboral, nuestra vida familiar, nuestra vida personal, en todos los ámbitos de nuestra vida, en definitiva. En ella hay siempre hueco para Jesús y María. Porque un nuevo año es una nueva oportunidad de estar al lado de Jesús de la Piedad y Estrella, porque siempre estarán ahí, a tu lado, aunque no lo sepas, un año y otro. Es el momento de abrir esa puerta más aún. De par en par.

Tras dar carpetazo a las celebraciones navideñas, aún con el pequeño paréntesis jaenero de la celebración de San Antón cuando aún pretendemos estirar el uso de las luces navideñas y en no pocos hogares de Jaén, los adornos navideños, el aire ya empieza a traer avances cuaresmales, tiempo idóneo y conspicuo de toda hermandad de Pasión que se precie. La Hermandad Dominica y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús de la Piedad, en su Sagrada Presentación al Pueblo, María Santísima de la Estrella, Nuestra Señora del Rosario y Santo Domingo de Guzmán se prepara una vez más a vivir con intensidad los instantes previos a la Cuaresma que desembocará sin freno en una nueva Semana Santa, motivo y objetivo principal de culto de nuestra hermandad. Con la igualá del paso de Ntro. Señor de la Piedad que será el día 10 de enero a las 21 horas, y la igualá del paso de Ntra. Sra. de la Estrella, el 17 de enero a la misma hora, empieza a oler, aunque sea todavía muy lejano, a incienso.

Un momento anhelado al que acudirá la talla de Ntra. Sra. de la Estrella luciendo su mejor aspecto. Tras recibir la aprobación por parte de la Autoridad Eclesiástica, la imagen de María Santísima de la Estrella será retirada del culto para ser sometida a trabajos de limpieza y conservación en el taller de escultura e imaginería de Antonio Bernal Redondo y Carmen Isabel Bernal Humanes, en la ciudad de Córdoba. Por este motivo, el sábado 11 de enero, a las 19:30 horas, se celebrará una Eucaristía de despedida en la Iglesia Conventual de la Purísima Concepción, oficiada por nuestro capellán D. Blas Pegalajar.

SIGNIFICADOS:

Continuamos con el  repaso a la liturgia. Esta vez hablando de:

EL TIEMPO EN LA LITURGIA

La Iglesia celebra la memoria sagrada de la obra de la salvación realizada por Cristo, en días determinados durante el curso del año. En cada semana, el domingo —por eso es llamado “día del Señor”— hace memoria de la Resurrección del Señor, que una vez al año, en la gran solemnidad de la Pascua, es celebrada juntamente con su santa Pasión. Durante el curso del año despliega todo el misterio de Cristo y conmemora los días natalicios de los Santos.

El ritmo fundamental en la Liturgia lo marca la semana, con el domingo como fiesta primordial de precepto, día que es el fundamento y el núcleo de todo el año litúrgico. El día litúrgico comienza a medianoche y se extiende hasta la medianoche siguiente. Pero la celebración del domingo y las solemnidades comienza ya en la tarde del día precedente, en la víspera. El concepto de tarde no queda claro y a veces origina dudas. El Calendario Litúrgico-pastoral considera la víspera desde la hora nona.

Los días que no son domingos de cualquier tiempo se llaman ferias. Según la costumbre latina, el lunes recibe el nombre de feria segunda —feria primera no existe, sería el domingo, que tiene nombre propio— y así sucesivamente hasta la feria sexta —viernes—. El sábado tiene también su nombre propio heredado de los judíos —Sabbat—, que significa descanso. Feria pues, en este sentido de día feriado, sería sinónimo de laboral, día de trabajo, contrapuesto a festivo, aunque el término feria en el campo civil lo asociamos hoy día a fiesta.

El domingo, litúrgicamente hablando, es el primer día de la semana, no cuando termina, como en la vida civil, que la semana va de lunes a domingo. Por lo tanto, en los misales, leccionarios y demás libros litúrgicos, los días de la semana hacen referencia y pertenecen al domingo precedente. Así, por ejemplo, la semana XXIV del Tiempo Ordinario comienza el domingo XXIV del Tiempo Ordinario y el día siguiente será el lunes de la XXIV semana, o el miércoles de la primera semana de Adviento, referida al domingo precedente y así sucesivamente. Estos son detalles a tener en cuenta para, por ejemplo, buscar la misa o las lecturas del día correspondiente.

En el Misal, durante el Tiempo Ordinario, solo hay un formulario para cada domingo. En cambio, en los tiempos de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua cada día tiene su propia misa, incluyendo las ferias.

EL DOMINGO

Eucaristía. Fotografía de Robert Cheaib
Fotografía de Robert Cheaib

En principio habría que decir que el ritmo semanal con el domingo como día central es el primer eslabón de la cadena del año litúrgico. La Iglesia católica, a través de su historia, ha ido conformando el tiempo litúrgico tras no pocos debates y Concilios. En un principio destacaba solamente el primer día de la semana, el dies dominica que es el domingo, el día del Señor. Ese día fue el de la Resurrección de Cristo. Así nos lo cuentan los evangelistas. El domingo es también el día elegido por Jesús Resucitado para aparecerse a sus discípulos en el camino de Emaús y en el Cenáculo. También al domingo se le ha llamado el octavo día por los Padres de la Iglesia, haciendo referencia al tiempo nuevo que abre la Resurrección y, en otro sentido, se le ha llamado el tercer día si se mira desde la perspectiva de la Cruz. De los tres simbolismos expuestos el considerarlo como primer día de la semana será el más importante.

Poco a poco se fueron señalando otros días de la semana con una especial dedicación: los miércoles como recuerdo de la traición, los viernes como día penitencial en recuerdo de la muerte en la Cruz y, posteriormente, los jueves de clara filiación eucarística. Con el tiempo, un domingo destacó sobre los demás: fue el domingo de Pascua. En rigor, todos los domingos del año son domingos pascuales: pascua semanal. La Iglesia desde el siglo V ha impuesto la obligación de santificar el Día del Señor, día que comienza en las vísperas, o sea, en la tarde anterior —sábado— siguiendo la costumbre judía de contar los días. También las solemnidades comienzan en la víspera. Por este motivo, la misa vespertina del sábado vale para cumplir el precepto dominical porque en rigor ya es domingo.

Por su peculiar importancia, el domingo solamente cede su celebración a las solemnidades y a las fiestas del Señor. Pero los domingos de Adviento, de Cuaresma y de Pascua tienen precedencia sobre todas las fiestas del Señor y sobre todas las solemnidades. Las solemnidades que coincidan en estos domingos han de ser anticipadas al sábado. Por su peculiar importancia, el domingo solamente cede su celebración a las solemnidades y a las fiestas del Señor; pero los domingos de Adviento, de Cuaresma y de Pascua tienen precedencia sobre todas las fiestas del Señor y sobre todas las solemnidades. Las solemnidades que coincidan en estos domingos han de ser anticipadas al sábado.

Un domingo anual es el ápice del año litúrgico: el domingo de Resurrección. El domingo excluye de por sí la asignación perpetua de otra celebración. Sin embargo:

a) En el domingo dentro de la octava de Navidad se celebra la fiesta de la Sagrada Familia.

b) El domingo posterior al 6 de enero, la fiesta del Bautismo del Señor.

c) El domingo posterior a Pentecostés, la solemnidad de la Santísima Trinidad.

d) El último domingo del tiempo ordinario, la solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo.

EVANGELIOS DEL MES DE ENERO

La lectura que nos ocupa este primer domingo, día del Señor, es la Lectura del santo Evangelio según san Juan (1,1-13)

Este segundo domingo de Navidad, después de la fiesta de María Madre de Dios con que abrimos el año nuevo, es una profundización en los valores más vivos de lo que significa la encarnación del Hijo de Dios. Esta es una de las páginas más gloriosas, profundas y teológicas que se hayan escrito para decir algo de lo que es Dios, de lo que es Jesucristo, y de lo que es el hecho de la encarnación, en esa expresión tan inaudita: el “Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”. La encarnación se expresa mediante lo más profundo que Dios tiene: su Palabra. El evangelio de Juan, pues, no dispone de una tradición como la de Lucas para hablarnos de la anunciación y del nacimiento de Jesús, pero ha podido introducirse teológicamente en esos misterios mediante su teología de la Palabra. Jesús, pues, también se ha encarnado para hacer nuestra palabra (que expresa nuestros sentimientos y pensamientos, nuestro yo más profundo, lo que sale del corazón) una palabra de luz y de misericordia; de perdón y de acogida. El Verbo ilumina con su luz. La iniciativa no parte de la perentoria necesidad humana, sino del mismo Dios que contempla la situación en la que se encuentra la humanidad. Suya es la iniciativa, suyo el proyecto. En el Verbo estaba la vida y la vida es la luz de los hombres. Por eso viene a los suyos, que somos nosotros.

Seguiremos el mes de enero con la Lectura del santo Evangelio según san Lucas (3, 15-16; 21-22).

El Bautismo de Jesús se enmarca en el movimiento de Juan el Bautista que llamaba a su pueblo al Jordán (el río por el que el pueblo del Éxodo entró en la Tierra prometida) para comenzar, por la penitencia y el perdón de los pecados, una era nueva donde fuera posible volver a tener conciencia e identidad de pueblo de Dios. Jesús quiso participar en ese movimiento por solidaridad con la humanidad. Juan el Bautista tiene que deshacer falsas esperanzas del pueblo que le sigue. Él no es el Mesías, sino el precursor del que trae un bautismo en el Espíritu: una presencia nueva de Dios. El bautismo de Jesús, en Lucas, tiene unas resonancias más proféticas. Hace oración porque al salir del agua (esto se ha de tener muy en cuenta), y estando en oración, desciende el Espíritu sobre él.

Nos trasladamos en el tercer domingo de enero a la Lectura del santo Evangelio según san San Juan (2, 1-12) a una boda en Caná de Galilea donde estaba la madre de Jesús.

Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda.  Se nos  presenta el primer signo que Jesús hace en este evangelio y que preanuncia todo aquello que Jesús realizará en su existencia. Podríamos comenzar por una descripción de una fiesta de bodas, en un pueblo, en el ámbito de la cultura hebrea oriental donde el centro de atención es sin lugar a dudas María y Jesús. María actúa, más que como madre, como persona atenta a una boda que representa la religión judía, en la que ella se había educado y había educado a Jesús. En este relato de la boda obra mucha importancia el “vino” que se menciona hasta cinco veces, ya que el vino tiene un significa mesiánico. Y, además, esto no se entiende como un milagro, sino como un “signo”, el primero de los seis que se han de narrar en el evangelio de Juan.

En el cuarto domingo de enero, entraremos en el Evangelio de San Lucas (1,1-4; 4,14- 21).

San Lucas, con su mentalidad occidental, cuidadosa, se ha informado cuanto ha podido para escribir sobre Jesús de Nazaret. No obstante, su obra no es la “historia de Jesús”, una historia más, sino que, como en el caso de Marcos, es el evangelio, la buena noticia de Jesús lo que importa. Por eso, en realidad, la lectura del evangelio tiene su fuerza en el episodio de Jesús en la sinagoga de Nazaret, donde se había criado. “Fue Jesús a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el Libro del Profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor.»

Un fraternal saludo en el Señor y FELIZ AÑO NUEVO.

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