VENTANA DE FORMACIÓN Nº 59. SEPTIEMBRE 2022

Señor de la Piedad, tu nombre nos abre el camino de la Redención, en el seno de tu humildad y paciencia. Que siempre sea nuestro ejemplo.

Estrella, tu nombre ilumina nuestra senda diaria con la esperanza como luz y la alegría como fin. Que siempre sea nuestro ejemplo.

Queridos Hermanos, un nuevo año cofrade comienza para nuestra Hermandad Dominica y Cofradía de nazarenos de Nuestro Padre Jesús de la Piedad en su Sagrada Presentación al Pueblo, María Santísima de la Estrella, Ntra. Sra. del Rosario y Santo Domingo de Guzmán. Desde la Vocalía de Formación, tras la época estival, volvemos a encontrarnos con las Ventanas de Formación de la hermandad, con el objetivo de complementar la formación activa que la Vocalía propone para todos los cofrades con sus actividades durante todo el año.

El mes de septiembre acude al seno de nuestra hermandad para acoger dos grandes citas:

La Fiesta Estatutaria en honor a María Santísima de la Estrella, que celebra la festividad del nacimiento de la Virgen, y que se celebrará el próximo 8 septiembre con el rezo del rosario a las 20:00h y la Santa Misa a las 20:30h. Con esta Eucaristía se abre el nuevo curso cofrade 2022/2023.

La segunda cita, es la tradicional Veneración y Triduo a Nuestra Señora del Rosario, en las fechas del 25 de septiembre, el uno, y a partir del 30 de septiembre, el otro.

Significados:
Una de los pilares básicos de la Formación debe ser la aclaración de conceptos que por ser tan comunes y familiares, a veces no caemos en comprender en su totalidad. En esta ocasión vamos a hablar del concepto de Liturgia.

La Liturgia, es decir, el conjunto de signos y símbolos con los que la Iglesia rinde culto a Dios, y una de las verdades que todo creyente debe tener presente, tiene su origen en que Jesús, en su ministerio, cumple con ser Sacerdote, Profeta y Rey. Basta con recordar los regalos que recibe de los Magos del Oriente (oro, incienso y mirra), que hacen referencia precisamente a esas tres funciones. A partir de ahí, la vida de la Iglesia católica, gracias al poder que le confirió Nuestro Señor Jesucristo, realiza su misión y funciones en esas tres vertientes o líneas de acción:
• Profética (profeta)
• Litúrgica (sacerdotal)
• Social (regia=reyes, servicio)

Y como la iglesia está conformada por todos los bautizados, por tanto, todos los creyentes recibimos esa triple misión: somos sacerdotes, profetas y reyes. Estamos llamados a conocer la fe (profetas), a celebrar la Fe (sacerdocio común) y a vivir la fe a través del servicio a los demás (reyes) es decir, la práctica de la caridad.

Por otro lado, la palabra Liturgia se deriva del griego: Leitón: público y Ergón: obra, ministerio. Así, liturgia significa: ministerio público. Se trata del culto divino que la Iglesia ofrece oficialmente a Dios como ministerio o servicio público. Es el modo como la Iglesia en su cabeza y en su cuerpo místico o miembros puede ponerse en contacto y comunicación con Dios, a través de gestos, palabras, ritos, acciones.

Todas las acciones litúrgicas: oración, sacramentos, están dirigidas, por tanto, a dar culto a Dios Padre, por medio de Jesucristo, en el Espíritu Santo, y a la santificación de cada uno de los fieles que forman esta Iglesia. Dentro de la liturgia, se reconocen los Actos litúrgicos: La Santa Misa, Los Sacramentos, Oficio Divino (Liturgia de las horas), Celebraciones oficiales de Semana Santa, Procesiones: Corpus Christi, Domingo de Ramos, Candelaria…

Las demás acciones que se realizan en una iglesia o fuera de ella, con o sin sacerdote que las dirija o presencie, se llaman ejercicios piadosos o devociones de la piedad popular. Por ejemplo: El Santo Rosario, Novenas, Letanías, Vía Crucis, Procesiones por las calles, Imposición de escapularios, medallas, etc
En conclusión, podemos decir que la liturgia es el ejercicio del sacerdocio de Cristo en su Iglesia, mediante signos sensibles con los que el hombre da gloria a Dios y lo santifica con la comunidad.

EVANGELIOS DEL MES DE SEPTIEMBRE
El evangelio que nos ocupa este Domingo, día del Señor es el de: Lucas (14,25-33): ¡Radicalidad del Reino!
El evangelio de Lucas de hoy está formado por otro de los conjuntos fuertes de su narración del viaje del profeta hacia Jerusalén, como propuesta del verdadero discipulado y el seguimiento de Jesús. Estos textos están aquí reunidos por Lucas, aunque Jesús los pronunciara en ocasiones bien distintas.

Desde luego, ser discípulo de Jesús significa un valor absoluto como alternativa a todo proyecto de este mundo e incluso familiar. Es verdad que la palabra odiar, en este caso al padre, a la madre y a los hermanos, es un semitismo propio de trasfondo arameo de las palabras de Jesús que ponen en evidencia la pobreza de ese vocabulario. Por eso, muchos han traducido el odiar por «preferir». Efectivamente, si alguien quiere ser discípulo de Jesús, pero prefiere las claves familiares, los intereses de familias, la ataduras sociales y culturales de ese mundo, entonces no puede ser un auténtico discípulo de Jesús.

Ese es el sentido de saber y poder “llevar su cruz” siguiendo a Jesús. Es una ruptura la que se propone. Por eso, el discípulo, como el hombre que construye una torre, o el rey que debe ir a una guerra, debe clarificarse y evaluar lo que pretende en el compromiso del seguimiento. Jesús propone una nueva forma de vida, de sentimientos, de preferencias, que a veces suenan a escándalo, pero así es el verdadero discípulo de Jesús y la radicalidad absoluta del evangelio. Y no es precisamente odio lo que Jesús pide a los suyos, sino amor, incluso a los enemigos.

La lectura del evangelio del segundo domingo de septiembre nos lo va a acercar también el evangelista Lucas (15): Jesús habla de Dios.
El evangelio del día nos lleva a lo que se ha llamado, con razón, el corazón del evangelio de Lucas. Tres parábolas componen este capítulo. Hoy, a elección, se puede o no leer la última también, sin duda la más famosa y admirada, la parábola conocida como la del “hijo pródigo”. Pero en realidad esa parábola se lee mejor en el tiempo de Cuaresma como preparación a la Pascua. En todo caso queda de manifiesto que Lucas 15 es un capítulo clave en la narración de este evangelista. Como corazón, es el que impulsa la vida, el ardor, la fuerza del evangelio o de la predicación de Jesús. Es un capítulo que se confecciona para responder a las acusaciones críticas de los que escuchan y ven a Jesús actuar de una forma que pone en evidencia su concepción de Dios y de la religión.

Las dos parábolas “gemelas” (de la oveja y la dracma perdidas, respectivamente), que preceden a la del hijo pródigo (que debería llamarse del padre misericordioso), vienen a introducir el tema de la generosidad y misericordia de Dios con los pecadores y abandonados. En los dos narraciones, la del pastor que busca a su oveja perdida (una frente a noventa y nueva) y la de la mujer que por una moneda perdida (que no vale casi nada), pone patas arriba toda la casa hasta encontrarla, se pone de manifiesto una cosa: la alegría por el encuentro. Estas parábolas, junto a la gran parábola del padre y sus dos hijos, intentan contradecir muchos comportamientos que parecen legales o religiosos, e incluso lógicos, pero que ni siquiera son humanos. El Reino de Dios llega por Jesús a todos, pero muy especialmente a los que no tienen oportunidad de ser algo. Jesús, con su comportamiento, y con este tipo de predicación profética en parábolas, trasmite los criterios de Dios. Los que se escandalizan, pues, no entienden de generosidad y misericordia.

Nos acercaremos al tercer domingo del mes con la lectura de Lucas (16,1-13) ¡Con el dinero no se juega!: Otra lectura del dicho.
El evangelio de hoy es uno de los momentos más sociales de la obra de Lucas, en consonancia con el mensaje del profeta Amós. Corresponde este texto a la primera parte de Lc 16, y quiere mostrar el planteamiento nuevo de cómo los discípulos tienen que comportarse en este mundo, en el que uno de los valores más deseados por todos es la riqueza (lo que es lo más estimable para los hombres). El ejemplo del administrador sagaz, listo, inteligente, que no injusto propiamente hablando, es el punto de partida de toda la enseñanza. Aquí se desestabiliza prácticamente la tradición representada por los fariseos, justificada desde hacía tiempo por la tesis de que la riqueza era considerada como una bendición de Dios.

Al final de la parábola del administrador sagaz, plantea el interrogante de cómo ha podido ser alabado un hombre que ha actuado de forma y manera que la fortuna del «hombre rico» va a quedar reducida, ya que los dos casos que se nos presentan solamente sirven de modelo paradigmático de todos los deudores. La parábola, muy probablemente, ha sido transformada desde una historia singular de un administrador de un hombre rico, a una narración en la que indirectamente está presente Dios como «señor», quien ha puesto las riquezas de la creación al servicio de los hombres, y nosotros solamente somos administradores que un día debemos dar cuentas de nuestra actuación. Todo lo que sea acumular riquezas es una injusticia, una falsedad. Esa es la razón por la cual es alabado el ad¬ministrador tras haber sido informado «el señor» de su proceder. Porque este Señor de la parábola no es un vulgar terrateniente, que acumula riquezas injustamente, sino el dueño del mundo.

El administrador, por el contrario, es un ejemplo. Él ha podido enriquecerse sin medida y, sin embargo, a la hora de entregar las cuentas de su administración, se encuentra con las manos vacías. En lo único en que puede confiar es en haber actuado con prudencia, con sagacidad, con sabiduría y equidad con los deudores. Con las riquezas, lo que uno debe pretender es hacerse amigos, haciendo el bien, en vez de acumular poder. Esto es, en verdad lo más práctico, lo más justo y lo más positivo que los cristianos deben hacer con los bienes que Dios nos ha encomendado en este mundo. No se puede hacer amigos, si no es compartiendo con ellos los bienes; es la mejor manera de usar las riquezas. Lo contrario, además de ser un escándalo en la perspectiva del Reino, nos cierra el futuro que está en las manos de Dios.

En el cuarto domingo nos adentraremos en la lectura de San Lucas (16,19-31): ¡Construyamos el cielo como Dios quiere, no el infierno!
El evangelio de Lucas cierra el famoso capítulo social que el domingo pasado planteaba cuestiones concretas para los cristianos, como el amor al dinero o a las riquezas y la actitud que se debe mantener. Se cierra con la famosa parábola del pobre Lázaro y el rico epulón, que es lo opuesto a la parábola con la que se abría el mismo. El rico epulón es el motivo para poner de manifiesto, en la mentalidad de Lucas, lo que espera a los que no son capaces de compartir sus riquezas con los pobres. Y no ya solamente dando limosnas, sino que la parábola es mucho más concluyente: la situación de Lázaro se produce por la actitud del que se viste de púrpura y lino y celebra grandes fiestas. Esta narración parabólica da mucho de sí para hablar, hoy más que nunca, de las diferencias sociales; del empobrecimiento mundial, de la deuda que muchos pueblos del Tercer y Cuarto mundo no pueden soportar. Y se hablará, incluso, del “infierno” que muchos se merecen…

La culpabilidad del rico siempre está en oposición a alguien que vive miserablemente y a quien él debería haber sacado de ese mal. De ahí que la figura de Lázaro, el pobre, aparezca en toda la narración como punto de referencia del rico, no solamente mientras están los dos en este mundo, sino muy especialmente en el más allá.

La acumulación de riquezas es injusta; pero es más injusta todavía cuando al lado (y hoy, al lado, por los medios de comunicación, son miles de kilómetros) hay personas que ni siquiera tienen las migajas necesarias para comer. A nosotros nos parece que la culpabilidad de los ricos (o de los pueblos ricos) que se comportan frente a los miserables como el de nuestro ejemplo está absolutamente presente desde el principio al final de la narración.

Paz y Bien hermanos. Un abrazo.

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