VENTANA DE FORMACIÓN Nº 63. ENERO 2023
Señor de la Piedad, que en el Nuevo Año que comienza, tengas Piedad de todos nosotros, como tu Santo Nombre nos recuerda, Jesús, Rey, Hombre y Dios.
Estrella, que en el Nuevo Año que comienza, seas nuestra guía en el mar oscuro de la vida, como tu Santo Nombre nos recuerda, Estrella del Mar, del Cielo y de nuestras vidas.
Desde la Vocalía de Formación, volvemos a encontrarnos, un mes más, con las Ventanas de Formación, con el objetivo de complementar la formación activa que la Vocalía propone para todos los cofrades con sus actividades durante todo el año. Este mes no es un mes más, sino el primero de un nuevo año. Comenzamos un año que se puede tomar como un nuevo reto en nuestra vida laboral, nuestra vida familiar, nuestra vida personal, en todos los ámbitos de nuestra vida, en definitiva. En ella hay siempre hueco para Jesús y María. Porque un nuevo año es una nueva oportunidad de estar al lado de Jesús de la Piedad y María Santísima de la Estrella, porque siempre estarán ahí, a tu lado, aunque no lo sepas, un año y otro. Es el momento de abrir esa puerta más aún. De par en par.
Después de las Navidades, donde recibimos al Niño Dios a Jesús hecho Hombre, regalo del Padre a sus hijos terrenales, es el momento de celebrar la Epifanía y esa llegada de los Reyes Magos, símbolo del regalo del Hombre a Dios. Empezamos con el día 6 con la Epifanía del Señor, lleno de ilusión noche mágica por antonomasia del año. Al día siguiente, 7 de Enero, celebraremos, en la Iglesia de la Purísima Concepción, la Misa de Hermandad, a las 19:30. Tras estos actos, comienzan las actividades cofrades que ya empiezan a oler, aunque sea todavía muy lejano, a incienso. La igualá del Paso de Ntra. Sra. de la Estrella que será el día 12 de enero. Al día siguiente será la Igualá del Paso de Ntro. Señor de la Piedad.
Significados:
Cada 6 de enero se celebra Día de los Reyes Magos. Melchor, Gaspar y Baltasar, los tres sabios que visitaron al niño Jesús recién nacido y guiados por una estrella para adorarlo y llevarle tres regalos. En el evangelio de San Mateo se cuenta que los magos al llegar al pesebre expresaron: «¿Dónde está el Rey de los judíos? Hemos visto su estrella en el Oriente y venimos a adorarlo». También se dice que «al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, postrándose, lo adoraron y abriendo sus tesoros le ofrecieron presentes: Oro, incienso y mirra”. Pero, ¿qué significaban?
Los magos colocaron sus ofrendas a sus pies. El oro era la riqueza como tributo al Rey, el incienso, con su aroma dulce, era para el sacerdote y la mirra para la sepultura.
Melchor, un anciano, procedente de Europa, entregó la Mirra, una sustancia rojiza aromatizada común en Medio Oriente para la elaboración de perfumes; sin embargo, en aquellos tiempos era utilizada para el aceite de la unción y como bálsamo para la sepultura.
Gaspar, el más joven de los tres reyes magos, procedente de Asia entregó el Incienso. Era una preparación de resinas aromáticas usado para rituales religiosos. En aquel entonces se quemaba en el Tabernáculo de Moisés y en el Templo de Salomón sobre el altar de oro. Era para uso exclusivamente sagrado. El incienso es el símbolo de Dios.
Baltasar, un hombre de raza negra procedente de África entrega el Oro, el más preciado de los metales. Es símbolo de realeza, dignidad, soberanía y autoridad. Representa posición, gobierno y dominio. El oro da seguridad, influencia e identidad al que lo posee.
En resumen, el oro entregado por los magos a Jesús eran un reconocimiento de su realeza; el incienso, un homenaje supremo a su divinidad y la mirra, un anuncio a sus padecimientos como redentor de la humanidad.
EVANGELIOS DEL MES DE ENERO
La lectura del evangelio de este domingo nos la va a acercar otro evangelista. Es la Lectura del santo evangelio según san Mateo (3,13-17)
El evangelio de Mateo describe la escena del bautismo. ¿Fue Jesús un seguidor de Juan el Bautista antes de comenzar su misión? Esto no está descartado en la interpretación más histórica de los evangelios. Es verdad que Jesús consideró el movimiento del Bautista como una llamada del tiempo nuevo que se acercaba, pero en su conciencia más personal él debía comenzar algo más nuevo y original. El Bautismo de Jesús, por Juan, sin que carezca de valor histórico, nos es presentado como un símbolo que permite hacer una ruptura entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, entre la Antigua y la Nueva Alianza, entre el tiempo de preparación y el tiempo del cumplimiento de las promesas. Por eso Jesús recibe el Espíritu que le garantiza su misión profética más personal. Nadie, como Jesús, puede traer al mundo unas nuevas relaciones entre Dios y los hombres. Jesús, pues, acepta ser bautizado porque quiere participar con el pueblo en este nuevo momento, del que él personalmente, por la fuerza del Espíritu, ha de ser protagonista.
Este domingo nos adentraremos en la Lectura del santo evangelio según san Juan (1,29-34)
El contraste entre Juan y Jesús es tan patente como si se describiera el amanecer y el mediodía, entre las sombras y la luz; entre el agua y el Espíritu. En el texto queda patente que Juan actuaba por medio del bautismo de agua para la conversión; de Jesús se quiere afirmar que trae el bautismo nuevo, radical, en el Espíritu, para la misma conversión y para la vida. Uno es algo ritual y externo; otro es interior y profundo: sin el Espíritu todo puede seguir igual, incluso la religión más acendrada. Esto es lo que el testo joánico de nuestro evangelista quiere subrayar. Y el hecho de que lo presente, al principio, como un “cordero” indica que su fuerza estará en la debilidad e incluso en la mansedumbre de un cordero (signo bíblico de la dulzura) dispuesto a ser “degollado”. En definitiva, el pecado absoluto del mundo, será vencido por el poder del Espíritu que trae Jesús. El bautismo de agua puede y tiene sentido, pero para significar el bautismo, el sumergirse, en el Espíritu de Dios que trae Jesús.
En este siguiente domingo, tendremos la Lectura del santo evangelio según san Mateo (4,12-23)
El evangelio de Mateo está centrado, específicamente, en actualizar el texto de Isaías que se ha leído en la primera lectura, en una aplicación radical a Jesús de las palabras sobre la luz nueva en Galilea. En la tradición de Marcos ya se había dejado bien sentado que Jesús comienza su actividad una vez que Juan el Bautista ha sido encarcelado. Esto obedece, más probablemente, a planteamientos teológicos que históricos, ya que ambos pudieron coincidir en su actividad. En realidad, Juan y Jesús actuaban con criterios distintos. Jesús es la novedad, la buena noticia, para los que durante siglos habían caminado en tinieblas y en sombras de muerte. El tiempo que se acerca es el tiempo del evangelio, de la buena nueva, que exige un cambio de mentalidad (¡convertirse!) y una confianza absoluta (creer) en el evangelio. Los dos elementos fundamentales de este programa, ya han sido puestos de manifiestos por todos: el reinado de Dios y la buena noticia que este reino supone como acontecimiento para el mundo y la para la historia.
Si Jesús anuncia que Dios va a reinar es que está proclamando o defendiendo algo verdaderamente decisivo. Si antes no ha sido así es porque es necesario un nuevo giro en la historia y en la religión de este pueblo que tiene a Dios por rey. No se trata, pues, simplemente de aplicarle a Dios el título de rey o de atribuirle un reino espacial, sino del acontecimiento que pone patas arriba todo lo que hasta ahora se ha pensado en la práctica sobre Dios y sobre su voluntad. Dios no será un Dios sin corazón, sin entrañas; o un Dios que no se compadezca de los pobres y afligidos, sino que estará con los que sufren y lloran, aunque no sean cumplidores de los preceptos de la ley y de las tradiciones religiosas ancestrales inhumanas. En definitiva, Dios quiere “reinar” y lo hará como ya los profetas lo habían anunciado, pero incluso con más valentía si cabe. Porque Dios quiere “reinar” salvando, haciendo posible la paz y la concordia. De ahí que el reino de Dios, tal como Jesús lo exterioriza, representa la transformación más radical de valores que jamás se haya podido anunciar. Porque es la negación y el cambio, desde sus cimientos, del sistema social establecido. He ahí el ideal de lo que representa el reinado de Dios en la predicación de Jesús; estas son las buenas noticias que le dan identidad al cristianismo.
En este último domingo, tendremos la Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,1-12): Elegir el mundo de las bienaventuranzas como identidad cristiana.
El primer gran discurso del evangelio de Mateo es muy sintomático en la obra, por su estilo y por su significado, pues se trata, nada más y nada menos, que del Sermón de la Montaña. En el fondo se trata simplemente de describir dos ámbitos bien precisos: el de los desgraciados de este mundo y el de los bien situados en este mundo a costa de los otros.
El evangelio de Mateo (5,1-12), concretamente las bienaventuranzas, es la expresión de la mentalidad de Jesús de cómo debemos entender la llegada del Reino de Dios. ¿Son una utopía que propone Jesús, sin visos de realidad? Esa sería la respuesta fácil. No obstante, las utopías (lo que está fuera de los normal), no se proponen para soñar sino para vivir con ellas y desde ellas. La ética de las bienaventuranzas, pues, requiere nuestra praxis. Jesús habla así, no solamente porque soñaba, sino porque las vivía desde su propia experiencia personal y desde ahí sentía la fuerza de Dios y del evangelio con el que se había comprometido. Lo importante es su mensaje, que no puede ser distinto de algo así: Jesús piensa y vive desde el mundo de los pobres, y piensa y vive desde ese mundo para liberarlos. Así debemos entender la primera aproximación al mensaje de hoy. Esa es una realidad social, pero a la vez es una realidad teológica. Es en el mundo de los pobres, de los que lloran, de los limpios de corazón, de los perseguidos por la justicia, de los que hacen la paz, donde Dios se revela. Y lógicamente, Dios no quiere ni puede revelarse en el mundo de los ricos, del poder, de la ignominia. El Reino que Jesús anuncia es así de escandaloso. No dice que tenemos que ser pobres y debemos vivir su miseria eternamente. Quiere decir, sencillamente, que si con alguien está Dios inequívocamente es en el mundo de aquellos que los poderosos han maltratado, perseguido, calumniado y empobrecido. Y por ello ¿dónde debemos estar los cristianos? En el mundo del no-poder, que es el de las bienaventuranzas.
Un fraternal saludo en el Señor y Feliz Año Nuevo.