VENTANA DE FORMACIÓN Nº 70. OCTUBRE 2023

Señor de la Piedad, gracias por tu piedad, gracias por tu misericordia, gracias por tu sacrificio, gracias por tu amor.

Estrella, gracias por tu desvelo, gracias por tu mediación, gracias por tu entrega, gracias por tus ruegos, gracias por tu amor.

Desde la Vocalía de Formación, volvemos a encontrarnos, un mes más, con las Ventanas de Formación, con el objetivo de complementar la formación activa que la Vocalía propone para todos los cofrades con sus actividades durante todo el año. Nuestra Hermandad Dominica y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús de la Piedad, en su Sagrada Presentación al Pueblo, María Santísima de la Estrella, Nuestra Señora del Rosario y Santo Domingo de Guzmán ha contribuido en sus mil facetas diarias de cofradía a mantener viva la llama cofrade. Este mes representa una ocasión especial, pues es el mes del Rosario, una de nuestras advocaciones cotitulares.

Un gran momento para poner en práctica nuestra devoción a la virgen, una vez pasado el Solemne Triduo en su honor y la procesión de Ntra. Sra. del Rosario, será la Veneración, a celebrar en el mismo día del Rosario, sábado 7 de octubre, de 12:00 a 14:00 y de 17:00 a 19:00 en la Iglesia Conventual de la Purísima Concepción. Sin solución de continuidad a las 20:00 comenzará la Solemne Función Principal a Nuestra Señora del Rosario.

SIGNIFICADOS:

El Santo Rosario es un rezo tradicional que conmemora veinte «misterios» (quince en la forma tradicional) de la vida de Jesucristo y de la Virgen María, recitando después de anunciar cada uno de ellos un padre nuestro, diez avemarías y un gloria al Padre.

Siempre hay que empezar con un poco de historia: El rezo del Santo Rosario surge aproximadamente en el año 800 cuando se creó el salterio (o libro de salmos) de los laicos. En esa época los monjes rezaban los 150 salmos, pero como la mayoría de los laicos no sabían leer, se les enseñó a rezar 150 Padres nuestros. Después se formaron otros tres salterios que incluían 150 Aves Marías, 150 alabanzas en honor de Jesús y 150 alabanzas en honor de María. En el año 1365 se combinaron los cuatro salterios. Se dividieron las 150 Aves Marías en 15 decenas y se puso un Padre nuestro al inicio de cada una de ellas. En 1500 se estableció, para cada decena, la meditación de un hecho de la vida de Jesús o María, y así surgió el Rosario de quince misterios. En el año 2002 el Papa San Juan Pablo II introdujo los misterios luminosos. Con ello, se cuentan actualmente 20 misterios en el Santo Rosario.

Esta es más o menos la historia del Santo Rosario. El significado más poético lo encontramos en la filología. La palabra Rosario significa «Corona de Rosas». Cada vez que se reza un Ave María, se le entregan una rosa a la Virgen y por cada Rosario completo se le entrega una corona de rosas. Así como la rosa es la reina de las flores, el Rosario es la rosa de todas las devociones y, por lo tanto, es la más importante. De ahí, que el Santo Rosario es considerado como la oración perfecta porque se meditan los principales misterios o hechos de la vida, muerte y gloria de Jesucristo y de su Santísima Madre.

El Rosario está compuesto por dos elementos: oración mental y oración verbal. La primera consiste en la meditación de los misterios. La oración verbal consiste en recitar las veinte decenas (Rosario completo) o cinco decenas del Ave María encabezadas por un Padre Nuestro. Es una oración simple, humilde como María y que podemos rezar con ella. Con el Ave María la invitamos a que rece por nosotros.

La enorme relación del Rosario con Nuestra Hermandad es doble. La Santa Iglesia recibió el Rosario en su forma actual en el año 1214 de una forma milagrosa: la Virgen se apareció a Santo Domingo de Guzmán y le encomendó la tarea de propagar su devoción. Ésta cobró fuerza en la cristiandad tras la Batalla de Lepanto en 1571. El 7 de octubre de 1571 la Liga Cristiana se enfrentó a la flota musulmana en el Golfo de Corinto, cerca de la ciudad griega de Lepanto. Antes del combate las tropas cristianas rezaron devotamente el Santo Rosario para vencer a un enemigo superior en número y buques de guerra. La batalla de Lepanto duró muchas horas pero, al final, los cristianos resultaron victoriosos. Como agradecimiento a la Virgen María, el Papa Pío V instituyó la fiesta de Nuestra Señora de las Victorias y agregó a las Letanías de la Santísima Virgen el título de «Auxilio de los Cristianos». Más adelante, el Papa Gregorio III cambió el nombre de la fiesta a la de Nuestra Señora del Rosario, que se celebra actualmente el 7 de octubre, fecha de la batalla.

EVANGELIOS DEL MES DE OCTUBRE

El evangelio que nos ocupa este primer Domingo, San Mateo (21,28-32): Para Dios, lo que cuenta es «volver».

El evangelio de Mateo (21,28-32), con la parábola del padre y los dos hijos, es provocativo, pero sigue en la misma tónica de los últimos domingos. Se quiere poner de manifiesto que el Reino de Dios acontece en el ámbito de la misericordia, por eso los pecadores pueden preceder a los beatos formalistas de siempre en lo que se refiere a la salvación. Una parábola nos pone en la pista de esta afirmación tan determinada, la de los dos hijos: uno dice que sí y después no va a trabajar a la viña; el otro dice que no, pero después recapacita sobre las palabras de su padre y va a trabajar. Lo que cuenta, podríamos decir, son las obras, el compromiso, recordando aquello de no basta decir ¡Señor, Señor!. El acento, pues, se pone sobre el arrepentimiento, e incluso si la parábola se hubiera contado de otra manera, en la que el primero hubiera dicho que sí y hubiera ido a lo que el padre le pedía, no cambiarían mucho las cosas, ya que lo importante para Jesús es llevar a cabo lo que se nos ha pedido.

El acento está, justamente, en aquellos que habiéndose negado a la fe primeramente, se dejan llenar al final por la gracia de Dios, aunque esto sirve para desenmascarar a los que son como el hijo que dice que sí y después hace su propia voluntad, no la del padre.

El evangelio  que nos ocupa este segundo Domingo, día del Señor, es el Mateo (21,33-43): Dios, ha plantado una viña, una comunidad, nueva.

El evangelio nos propone la parábola de los viñadores homicidas y está en continuidad con los textos del evangelio de Mateo que muestran las polémicas de Jesús con los dirigentes judíos antes de la pasión.

Se identifica claramente a los viñadores con los jefes del pueblo. El «vosotros» del v. 43 indica que los dirigentes religiosos del judaísmo, rechazando a Jesús, han perdido su última oportunidad de dar a Dios lo que correspondía y, de esa forma, han arrastrado a todo el pueblo en su infidelidad como aparecerá claramente en el juicio ante Poncio Pilato. La segunda parte de la sentencia anuncia el traspaso de la viña que no se hará a «otros dirigentes» sino a un nuevo «pueblo que produzca frutos» (v. 43). Esto es importante para entender esta parábola, no solamente porque los cristianos debemos rechazar todo antisemitismo, sino porque es verdad que la decisión final de condenar a Jesús estuvo en manos de «dirigentes» ciegos para ver e imposibilitados para acoger palabras proféticas como las de Jesús sobre Dios y sobre el Reino.

Esta parábola, con sus transformaciones en la comunidad cristiana después de la pasión de Jesús, es una puerta abierta siempre a la conversión, a la esperanza. Quien entiende que esta parábola nos introduce en un mundo donde sólo hay vida cuando no se vive a costa de otras vidas, habrá dado con esa puerta abierta a la esperanza, a la fraternidad, a la paz y a la justicia.

Pero no podemos evitar sacar conclusiones muy significativas para ahora y para todos los tiempos. La religión que mata o permite guerras en nombre de Dios, no es exactamente «religión». Por eso esta es una parábola que debe leerse clara y contundentemente contra los fundamentalismos religiosos que amenazan tan frecuentemente a los pueblos y a las culturas. Y si Jesús fue eliminado, creyendo los dirigentes que daban gloria a su Dios, se encontraron con que esa muerte se ha convertido en la «piedra angular» de una religión nueva de amor y de paz. Y los asesinos fundamentalistas, pues, quedarán sin Dios y sin religión.

La lectura del evangelio del tercer domingo de octubre nos lo va a acercar el mismo evangelista. Evangelio: Mateo (22,1-14): Un banquete para la libertad.

El evangelio del banquete que un rey da por la boda de su hijo es una de las parábolas más sofisticadas del evangelio de Mateo. Mateo nos habla de un rey, rechazado por los magnates, y tras ser maltratados y asesinados algunos de sus criados, manda atacar y destruir la ciudad. Ahora se debe ir a los cruces de los caminos para instar a los transeúntes a que vengan al banquete. Como es lógico, vinieron toda clase de gentes, buenas y malas. ¿Qué significa, pues, que tras esta invitación tan generosa e informal, el rey venga a la sala del banquete y encuentre a uno que no tiene traje de bodas? Esto cambia el sentido de la interpretación de los vv. 1-10, cuando la sala se llenó de invitados, poniendo de manifiesto que incluso los que no estaban preparados son invitados a un banquete de bodas. Aquí nos encontramos con lo más extraño, quizás lo más importante y original de la parábola de Jesús redactada por Mateo.

Estaríamos ante una reconstrucción alegorizante para la comunidad de Mateo, que saca unas consecuencias nuevas para los miembros de esa comunidad cristiana tan particular, con objeto de que sepan responder siempre a la llamada que se les ha hecho. Pensemos en la «justicia» de las buenas obras, del compromiso constante, de la perseverancia, a lo que es muy dada la teología del evangelio de Mateo. En todo caso no debemos perder de vista que la parábola la pronunció Jesús para poner de manifiesto la fiesta de la libertad de Dios que llama a todo el que encuentra.

El banquete no es un acto burlesco, sino que Jesús piensa en el festín de la salvación; no en una fiesta de compromiso, sino de libertad. En ese supuesto, hasta el hombre que no lleva vestido de boda, independientemente de la teología de Mateo, habría que entenderlo, hoy y ahora, como que no está allí como los demás, libre para la gracia de Dios. Quien no posea esa actitud, “ese vestido”, estará echando por tierra la fiesta de la libertad y de la gracia.

Nos acercaremos al cuarto domingo del mes con la lectura de Evangelio: Mateo (22,15-22): La dignidad humana no se compra, es un don.

El evangelio de Mateo, hoy, nos sitúa en el corazón de las polémicas que Jesús mantiene con los dirigentes en Jerusalén y que los evangelistas sitúan al final de su vida, precediendo a la pasión. Esta vez querían comprometerlo a fondo con las autoridades romanas, que vigilaban ferozmente cualquier movimiento social o político para castigar cualquier rebeldía. Oponerse al César, incluso en nombre de Dios, era ir contra la «pax romana».

La hierocracia y aristocracia de la ciudad santa mandan sus espías para poder deshacerse de este profeta galileo que anuncia el Reino de Dios, pero que no coincide con el reino de Roma, ni con el concepto que tienen del mismo algunos partidarios de la revolución contra Roma, ni específicamente con el reino que ellos quieren manipular en nombre de Dios. Es verdad que Jesús parecía estar en un callejón sin salida: frente a Poncio Pilato, frente a las autoridades, frente a los revolucionarios nacionalistas, frente a todos. No obstante, él la encontró; la encontró recurriendo a las dignidad humana que Dios ha puesto en el corazón de toda persona como imagen suya.

Cuando es preguntado, intencionadamente pide la moneda del tributo con la efigie del César y responde: la moneda hay que dársela al emperador; ¿por qué? Porque es el dinero, y el dinero es lo más sucio de este mundo. Los que acuñan moneda tienen poder y por el dinero dominan a los hombres. Entonces, ¿hay que someterse a él? ¡Ni hablar! Por eso añade con una intencionalidad manifiesta: «y a Dios lo que es de Dios». El dinero no es de Dios, sino que de Dios somos nosotros mismos, y por lo mismo nosotros solamente debemos estar sometidos a Dios. La trampa la resuelve Jesús, no solamente con inteligencia, sino con sabiduría, donde salta por los aires la legalidad con la que pretenden acusarlo en su caso. La respuesta de Jesús no es evasiva, sino profética; porque a trampas legales no valen más que respuestas proféticas.

Aquí Jesús responde con una afirmación liberadora que solamente pueden captar los que no están cegados por el poder, el dinero, el odio y la injusticia.

En el último domingo de octubre nos adentraremos en la lectura del Evangelio: Evangelio: Mateo (22,34-40): La ética del amor.

El evangelio de Mateo de este domingo nos ofrece la disputa sobre el mandamiento más importante. Lo que asombra en el texto evangélico es la seguridad soberana con que afirma que no hay preceptos como estos, porque en ellos se apoya toda la ley y los profetas. El texto dice que el amor al prójimo es «semejante» al primero, dando a entender un orden lógico, pero sin disminuir su importancia. Es más, aquí Jesús nos está llevando a la conclusión de que aunque Dios no es el hombre, lo que podemos llamar la experiencia del amor no es distinta, aunque sean distintos los objetos o las personas amadas. Lo que le da gloria a Dios, precisamente, es que amemos al hombre como lo amamos a El; tendríamos que decir que no es posible amar a Dios más que al hombre.

Es verdad que Dios quiere ser amado, necesita ser amado, como lo necesitamos cada uno de nosotros. Y es desde esa dimensión religiosa desde la que hablaba Jesús, quien con su predicación se empeñó tanto en descubrir a Dios como Padre, porque él y nosotros lo necesitamos así.

Un fraternal saludo en el Señor.

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