VENTANA DE FORMACIÓN Nº 85. ABRIL 2025
Señor de la Piedad, ya tenemos preparada a la punta de los dedos la cera que iluminará tu camino de dolor, esa que queda prendida de tu piedad por las calles de Jaén. Ya la tenemos…
Estrella, ya tenemos preparados los rosarios que oran en el silencio de su propio tintineo por tu bendito favor, esos que florecen en tu andar por las calles de Jaén. Ya los tenemos…
Desde la Vocalía de Formación, volvemos a encontrarnos, un mes más, con las Ventanas de Formación, con el objetivo de complementar la formación activa que la Vocalía propone para todos los cofrades con sus actividades durante todo el año.
Abril ha llegado en CUARESMA. Es un nuevo comienzo, un camino que nos lleva a un destino seguro: La Pascua de Resurrección. Nuestra Hermandad Dominica y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús de la Piedad, en su Sagrada Presentación al Pueblo, María Santísima de la Estrella, Nuestra Señora del Rosario y Santo Domingo de Guzmán, prepara con ilusión y trabajo, la Cuaresma y la próxima Semana de Pasión. En este periodo cuaresmal los actos y citas cofrades se intensifican como en ningún otro momento del año y como no podía ser de otra forma.
Con un claro epicentro, la Plaza de la Purísima Concepción, sede de nuestra Casa de Hermandad y sede de la Iglesia de la Purísima Concepción, como una estrella que irradia luz al amparo de Jesús de la Piedad y María, su Santa Madre, la devoción en nuestros santos titulares va a ser la protagonista de un nutrido número de citas y eventos cofrades. El domingo 6 de abril, aparte de ser el momento de la recogida de papeletas de sitio, se celebrará en la Casa de Hermandad las elecciones a Hermano Mayor. Momento clave en el devenir de la cofradía, en el que los hermanos y hermanas decidirán quienes van a ser los encargados de guiar la hermandad durante los próximos 3 años.
Sin tiempo para comentar los resultados, el 9 de abril, será el Traslado de María Stma. de la Estrella a la Casa de Hermandad, de 21:30 a 22:00. Al día siguiente, 10 de abril, de 20:45 – 22:00, se celebrará el Vía Crucis con Nuestro Padre Jesús de la Piedad desde la Iglesia de la Purísima Concepción con el itinerario: Ntro. Padre Jesús de la Piedad, Pilar de la Imprenta, Callejón Pilar de la Imprenta, García Requena, Francisco Coello.
Por fin, la víspera del día más esperado del año para un cofrade de Piedad y Estrella, el sábado 12, de 18:00 a 21:00, se endulzará con la ansiada Exposición de Pasos en la Casa de Hermandad, bello preámbulo de un Domingo espléndido que comenzará a las 10:00 con la eucaristía preparatoria de la estación de penitencia y acto de las espigas en la Iglesia de la Purísima Concepción para desembocar a las 16:15 con el inicio de la Procesión de penitencia, un año más, Domingo de Ramos.
Sin duda la Semana Santa está ya a la esperada distancia de pocos días.
SIGNIFICADOS
En nuestro paseo por la liturgia, es idóneo hablar de:
“EL DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR. Ese domingo, con el que comienza la Semana Santa, la Iglesia recuerda la entrada de Cristo en Jerusalén, para consumar su misterio pascual. Las dos fases del misterio de Cristo aparecen con un relieve especial en la Liturgia de este día y conviene presentarlas como dos partes: el aspecto triunfal en la procesión y el aspecto pasionario en la Eucaristía.
Este domingo tiene unas peculiaridades litúrgicas muy concretas y llamativas, que le distinguen de otros domingos, fundamentalmente explicitados en la procesión de ramos y en la lectura de la Pasión, según el ciclo que corresponda. Así, en todas las misas es obligatorio hacer conmemoración de la entrada del Señor en Jerusalén y, asimismo, se debe leer la Pasión, por lo menos en su forma abreviada. El recuerdo de la entrada de Cristo en Jerusalén se puede hacer de tres maneras:—Procesión y entrada solemne antes de la misa principal.—Entrada solemne, sin procesión, antes de la misa —Entrada simple, sin bendición de ramos. El color litúrgico de los ornamentos es el rojo. El sacerdote puede realizar la procesión con capa pluvial, que se quitará al comenzar la misa. La procesión. En cuanto a la procesión solemne, el rito comienza con la bendición de los ramos. Los ramos no se reparten, el pueblo debe cogerlos por sí mismos, en un sitio adecuado, y tenerlos en las manos para su bendición desde el comienzo. Una vez que el pueblo tiene los ramos, el sacerdote, al llegar, saluda al pueblo y tras una oración rocía los ramos con agua bendita, sin decir nada. A continuación se proclama el Evangelio que narra la entrada del Señor en Jerusalén. Es oportuno tener una breve homilía después de la lectura evangélica, homilía que daría sentido a esa parte primera de la celebración. Acto seguido comienza la procesión. Esta procesión debe ser manifestación perfecta de la fe del pueblo en su Salvador.
Procesión de palmas en el Domingo de Ramos.
El turiferario abre marcha y tras él va la cruz con ciriales, sacerdote y toda la asamblea de fieles. Es aconsejable que el pueblo forme un grupo compacto, manifestando que es todo un pueblo el que camina festivamente. Lo más adecuado sería que la procesión saliese de una iglesia o lugar apropiado hacia la iglesia en la que se va a celebrar la misa. Si la procesión se hace dentro de la iglesia, ha de ser en un lugar separado del presbiterio, que permita así la procesión por el interior del templo. Un lugar capaz para que el sacerdote, los ministros y al menos una pequeña representación de los fieles puedan estar dentro de él. Al igual que en la procesión, los ramos no se distribuyen, se bendicen y se han de tener en las manos, previamente recogidos. Se hace la bendición de los ramos y la proclamación del evangelio, igual que en el rito con procesión. Esta procesión por el interior de la iglesia conviene que sea por la vía principal, no por los laterales, pasando así por en medio de la asamblea, puesta en pie, que permanece en su sitio mientras los ministros, el celebrante y la pequeña representación de fieles avanzan hacia el altar.
La misa
Este domingo tiene misa propia, con prefacio específico. Al llegar la procesión a la iglesia el sacerdote se quita la capa pluvial, si la llevaba, y venera al altar. A continuación dice la Oración Colecta, omitiendo todos los ritos iniciales. Sigue la misa de manera normal. Otra peculiaridad llega con el Evangelio. En este día se lee el relato de la Pasión del Señor, según el ciclo que corresponda. Al Evangelio no se le acompaña con cirios ni incienso, ni se hace la salutación inicial ni se signa el libro. Se necesitan tres lectores: el celebrante hace de Cristo, otro de cronista y otro del resto de personajes. Para la lectura de la Pasión se ofrece una versión completa y otra breve. Otra peculiaridad es que, en este día y como excepción, se admite que lectores laicos proclamen el Evangelio, reservando el papel de Cristo al sacerdote. Por lo que respecta a la Liturgia eucarística y ritos finales no hay novedad y se realizan como en una misa normal.
EVANGELIOS DEL MES DE ABRIL
El evangelio que nos ocupa este primer Domingo, Juan (8,1-11): El Dios de la dignidad de los pequeños
El pasaje de la mujer adúltera, es una pieza maestra de la vida. Porque, aunque el Apóstol se refería al Señor resucitado, en ese Señor estaba bien presente este Jesús de Nazaret del pasaje evangélico. El libro del Levítico dice: si adultera un hombre con la mujer de su prójimo, hombre y mujer adúlteros serán castigados con la muerte; y el Deuteronomio, por su parte, exige: los llevaréis a los dos a las puertas de la ciudad y los lapidaréis hasta matarlos. Estas eran las penas establecidas por la Ley. No tendríamos que dudar de que Dios esto no lo ha exigido nunca, sino que la cultura de la época impuso estos castigos como exigencias morales. Jesús no puede estar de acuerdo con ello: ni con las leyes de lapidación y muerte, ni con la ignominia de que solamente el ser más débil tenga que pagar públicamente. La lectura “profética” que Jesús hace de la ley pone en evidencia una religión y una moral sin corazón y sin entrañas. No mandó Jesús buscar al “compañero” para que juntos pagaran. Lo que indigna a Jesús es la “dureza” de corazón de los fuertes oculta en el puritanismo de aplicar una ley tan injusta como inhumana.
Vemos a una mujer indefensa enfrentada sola a la ignominia de la mentira y de la falsedad. ¿Dónde estaba su compañero de pecado? ¿Solamente los débiles -en este caso la mujer- son los culpables? Para los que hacen las leyes y las manipulan sí, pero para Dios, y así lo entiende Jesús, no es cuestión de buscar culpables, sino de rehacer la vida, de encontrar salida hacia la liberación y la gracia.
Jesús escucha atento las acusaciones de aquellos que habían encontrado a la mujer perdiendo su dignidad con un cualquiera (probablemente estaba entre los acusadores, pero él era hombre y parece que tenía derecho a acusar), y lo que se le ocurre es precisamente devolvérsela para siempre. Eso es lo que hace Dios constantemente con sus hijos.
¿Qué significa “el que esté libre de pecado tire la primera piedra”? ¿Por qué reacciona Jesús así? No podemos imaginar que los que llevan a la mujer son todos malos o incluso adúlteros. ¡No es eso! Pero sí pecadores de una u otra forma. Entonces, si todos somos pecadores, ¿por qué no somos más humanos al juzgar a los demás? Los grandes pecados también piden misericordia, y desde luego, ningún pecado ante Dios exige la muerte. Por tanto deberíamos hacer una lectura humana y teológica. Toda religión que exige la pena de muerte ante los pecados… deja de ser verdadera religión porque Dios no quiere la muerte del pecador.
El evangelio que nos ocupa este segundo Domingo, día del Señor, es Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas 22, 14 – 23, 56
Algunos rasgos de la teología de la Pasión de Lucas
El relato de la pasión de San Lucas tiene como fuente el texto más primitivo de Marcos, o quizás también un “primer relato” que ya circulaba desde los primeros años del cristianismo para ser leído y meditado en las celebraciones cristianas. A eso se añaden otras escenas y palabras de Jesús que completan una “pasión” profunda y coherente, en la que si bien los datos históricos están más cuidados que en Marcos y en Mateo, no faltan los puntos teológicos claves.
Se pretende explicar, no solamente por qué mataron a Jesús, sino el sentido que el mismo Jesús dio a su propia muerte, como sucede en el relato de la última cena con sus discípulos. Lucas nos ofrece la tradición litúrgica de las palabras eucarísticas en esa cena, pero además presenta las palabras de Jesús sobre el servicio en las que considera que su muerte “es necesaria” para que el Reino de Dios sea una realidad más real y efectiva.
El evangelista se ha cuidado de poner en relación muy estrecha al Señor con sus discípulos y con el pueblo, mientras que deja bien claro que son los dirigentes, los jefes, los que han decidido su muerte. Ni siquiera nos relata la huida de los discípulos, quizás porque quiere preparar el momento de las apariciones del resucitado que tienen lugar en Jerusalén.
Por lo mismo, en este relato de Lucas sobre la pasión del Señor, debemos leer algunas escenas especiales con interés, como corresponde al cuidado que ha puesto el evangelista y al sentido catequético que tienen ciertos episodios de la narración. La cena de Jesús es más personal, más testimonial: se pide el servicio, la entrega, como Jesús va a hacer con los suyos.
Una pequeña estructura de Lc 22-23, podía ser esta:
I.- Introducción y preparación (22, 1-13)
II.- La última cena y despedida de Jesús (22, 14 -38)
III.- Getsemaní: oración y prendimiento (22, 39-53)
IV.- Las negaciones de Pedro (22,54-62)
V.- El juicio religioso (22,63-71)
VI.- El juicio político ( 23,1-25)
VII.- Crucifixión, muerte y sepultura de Jesús (23,33-48)
En la cena de Jesús con sus discípulos, Lucas sigue una línea bastante libre con respecto a los otros dos evangelios sinópticos: vemos las diferencias en unos versículos que introducen la bendición del pan y de la copa; además pospone el texto de la traición de Judas hasta después de las palabras de bendición y lo ensambla con el testimonio del servicio, la promesa del banquete en el Reino, el anuncio de la traición de Pedro y el anuncio de su fin (22,35-38).
El episodio de Jesús en el huerto de Getsemaní nos ofrece el consuelo que supone para Jesús la presencia misma de Dios, simbolizada por el ángel, con objeto de poner de manifiesto que Dios no lo entrega a la pasión ignominiosa, que son los hombres los que quieren deshacerse de él, a causa de la provocación de su mensaje sobre la misericordia y la gracia de Dios. Debemos resaltar, como sucede en la Transfiguración, la oración de Jesús. Había pedido a los suyos que oraran también, pero… Así, desde la oración entra en “agonía”; todo es bien distinto de la escena de la Transfiguración. Es como si desde la oración viviera todo su sufrimiento. Pero en realidad, este momento en Lucas no es “gore” (sangre coagulada) como ahora está de moda decir, después de esa película reciente que ha leído la Pasión sin elementos críticos y sin llegar al “alma” y a la teología. En realidad es una escena fuerte, pero armoniosa. Cuando Jesús acaba este momento, siempre en oración, sale fortalecido y dueño de todas las situaciones que han de venir. El “trance” de la pasión lo ha vivido en esta escena extraordinaria.
El juicio de Jesús se nos presenta en dos momentos, ante Pilato y ante su señor galileo, Herodes Antipas. En realidad, el Prefecto romano no debería haber enviado a Herodes a Jesús; jurídicamente no tiene sentido. ¿Qué busca Lucas con esta escena? Él nos ha descrito la presencia de Jesús ante Herodes Antipas, el Tetrarca de Galilea, con el simbolismo del vestido blanco para burlarse del nazareno. El silencio de Jesús se hace palabra: es un silencio de radicalidad ante la maldad de los poderosos. Jesús dueño de su silencio ante los que está acostumbrados a arrancar las palabras y las entrañas de la gente.
El camino de la cruz está contemplado no desde la soledad de Jesús, sino que acuden las mujeres de Jerusalén, las madres, para compadecerse de aquél que, como en el caso de sus hijos, es injustamente tratado por los poderes religiosos y políticos. Así se cumplen aquellas palabras suyas en las que da gracias a Dios porque ha revelado su proyecto salvador a las gentes sencillas. No podía pasar por alto Lucas esta actitud de las mujeres que han tenido tan gran relevancia en su obra. Y, por otra parte, porque así hubo de suceder en Jerusalén aquél día de la condena a muerte: las mujeres, las madres, tuvieron que llorar por la dureza y la vesania de los poderosos.
La escena de la crucifixión y muerte, en Lucas, es, con respecto a Marcos y Mateo, mucho más humana. De ahí que las palabras de Jesús sean: “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu” (23,46), tomadas del Salmo 31; quizás para que no se interprete que Dios pueda abandonar a nadie que sufre, ya que Marcos había usado las palabras del Sal 22: “Dios mío ¿por qué me has abandonado?”, que, no obstante, son de plena confianza. Pero Lucas considera que otras palabras de más confianza cuadraban mejor con su oración primera en la cruz: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen” (23,34), que es un texto que faltan en buenos manuscritos, pero que encaja perfectamente con la teología de Lucas, como una síntesis de su verdadera teología: ¡no debe desaparecer de nuestras traducciones!
En la escena de la crucifixión sobresale muy especialmente el diálogo de Jesús con el buen ladrón. Esta narración de los dos malhechores con Jesús es un desarrollo del versículo de Marcos y Mateo: “también le injuriaban los que con él estaban crucificados” (Mt 27,44; Mc 15,32). Es uno de los momentos culminantes de la pasión en nuestro evangelista que refleja muy bien su teología: Jesús está siempre abierto a comunicar la misericordia divina. Por eso ha sido considerado como el evangelista de la misericordia. Y además, con la propuesta del “hoy” de la salvación que es también muy determinante en Lucas: “hoy estarás conmigo en el paraíso”. Tiene ese sentido escatológico inmediato para mostrar que la salvación de Dios no está a la espera del fin del mundo. Desde la misma muerte estaremos en las manos salvadoras de Dios.
A la vez, nos explica que Jesús dio a su muerte un sentido de entrega y de fidelidad a Dios, pero para que Dios fuera siempre el Dios de los hombres.
La lectura del evangelio del tercer domingo nos lo va a acercar el Evangelio (Jn 20,1-9): El amor vence a la muerte: la experiencia del discípulo verdadero
El texto de Juan 20,1-9, que todos los años se proclama en este día de la Pascua, nos propone acompañar a María Magdalena al sepulcro, que es todo un símbolo de la muerte y de su silencio humano; nos insinúa el asombro y la perplejidad de que el Señor no está en el sepulcro; no puede estar allí quien ha entregado la vida para siempre. En el sepulcro no hay vida, y Él se había presentado como la resurrección y la vida. María Magdalena descubre la resurrección, pero no la puede interpretar todavía. La fe en la resurrección, es verdad, nos propone una calidad de vida, que nada tiene que ver con la búsqueda que se hace entre nosotros con propuestas de tipo social y económico. Se trata de una calidad teológicamente íntima que nos lleva más allá de toda miseria y de toda muerte absurda. La muerte no debería ser absurda, pero si lo es para alguien, entonces se nos propone, desde la fe más profunda, que Dios nos ha destinado a vivir con El. Rechazar esta dinámica de resurrección sería como negarse a vivir para siempre. No solamente sería rechazar el misterio del Dios que nos dio la vida, sino del Dios que ha de mejorar su creación en una vida nueva para cada uno de nosotros. Por eso, creer en la resurrección, es creer en el Dios de la vida.
Nos acercaremos al cuarto domingo del mes con la Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 19-31: ¡Señor mío! La resurrección se cree, no se prueba
Las apariciones, pues, son un encuentro nuevo de Jesús resucitado que no podemos entender como una vuelta a esta vida. Los signos de las puertas cerradas por miedo a los judíos y cómo Jesús las atraviesa, «dan que pensar» en todo un mundo de oposición entre Jesús y los suyos, entre la religión judía y la nueva religión de la vida por parte de Dios. El «soplo» sobre los discípulos recuerda acciones bíblicas que nos hablan de la nueva creación, de la vida nueva, por medio del Espíritu. El espíritu del Señor Resucitado inicia un mundo nuevo, y con el envío de los discípulos a la misión se inaugura un nuevo Israel que cree en Cristo y testimonia la verdad de la resurrección. El Israel viejo, al que temen los discípulos, está fuera de donde se reúnen los discípulos (si bien éstos tienen las puertas cerradas). Será el Espíritu del resucitado el que rompa esas barreras y abra esas puertas para la misión. La figura de Tomás es solamente una actitud de «antiresurrección»; nos quiere presentar las dificultades a que nuestra fe está expuesta. Tomás, uno de los Doce, debe enfrentarse con el misterio de la resurrección de Jesús desde sus seguridades humanas y desde su soledad, porque no estaba con los discípulos en aquel momento en que Jesús, después de la resurrección, se les hizo presente, para mostrarse como el Viviente. Este es un dato que no es nada secundario a la hora de poder comprender el sentido de lo que se nos quiere poner de manifiesto en esta escena: la fe, vivida desde el personalismo, está expuesta a mayores dificultades. Desde ahí no hay camino alguno para ver que Dios resucita y salva. Tomás se siente llamado a creer como sus hermanos, como todos los hombres, diciendo «Señor mío y Dios mío», es aceptar que la fe deja de ser puro personalismo para ser comunión que se enraíce en la confianza comunitaria, y experimentar que el Dios de Jesús es un Dios de vida y no de muerte.
Un fraternal saludo en el Señor.

