VENTANA DE FORMACIÓN 52. DICIEMBRE 2021

Señor de la Piedad, que en Belén comenzaste tu andadura humana, concédenos en Navidad la alegría de tu llegada y el descanso de nuestras oraciones.
Estrella, que en Belén fuiste lucero de la mañana, concédenos en Navidad la Salud de los enfermos y el consuelo de los afligidos.
Desde la Vocalía de Formación, volvemos a encontrarnos, un mes más, con las Ventanas de Formación, con el objetivo de complementar la formación activa que la Vocalía propone para todos los cofrades con sus actividades durante todo el año. En esta ocasión, este mes de diciembre es el término inexorable de otro año más que se despide con el ruido pandémico aún acechando en nuestros oídos. Lamentablemente, no haber conseguido el 100% de la población vacunada, nos aleja aún del final de esta pesadilla que a tantos de nuestros hermanos les ha costado la vida. Aún así, la época de alegría y reunión se va a imponer este año como en todos los pasados, y como no puede ser de otra forma. Porque ante el egoísmo, la generosidad es la norma entre la mayoría y en especial, la solidaridad que despliega en estas fechas tan señaladas la actividad cofrade y en concreto, la labor de Caridad de nuestra Hermandad Dominica y Cofradía de nazarenos de Nuestro Padre Jesús de la Piedad en su Sagrada Presentación al Pueblo, María Santísima de la Estrella, Ntra. Sra. del Rosario y Santo Domingo de Guzmán. Desde aquí un llamamiento a todos nosotros, hermanos y cofrades a participar en la medida de cada uno en esta labor gratificante. Igualmente el día de Nochebuena, el llamamiento a todos los cofrades llegará en forma de una cita ineludible, la tradicional Misa del Gallo de 24 diciembre, que se celebrará a las 20:00, en la Iglesia de la Purísima Concepción.

SIGNIFICADOS:
Cuentan que tras la visita de San Francisco de Asís a los Santos Lugares y ,como no, a la ciudad de Belén, se le vino a la imaginación la representación del Nacimiento de Jesús. El primer belén fue viviente y se representó en una cueva. La única estatuilla, fabricada en terracota, era la del Niño, obra de la señora Alticama, esposa del aristócrata Giovanni Velita, el personaje de la nobleza que residía en Greccio, una bella localidad encaramada a una colina en la zona del Alto Lacio, en el centro de Italia. De aquel pueblecito se enamoró San Francisco de Asís cuando volvió de Tierra Santa y allí fue donde, el día de Navidad del año 1223, representó el nacimiento de Jesús después de convencer a Velita y a su mujer para que le ayudaran. Echó mano de sus primeros compañeros religiosos y de la gente del lugar, humildes agricultores y ganaderos. Para darle mayor realismo a la escena, introdujo en el portal al buey y a la mula, de los que no dicen ni palabra los evangelistas Lucas y Mateo, pero que se habían colado en la tradición cristiana gracias a algunos de los evangelios apócrifos. Con estos elementos, el santo italiano de la cercana Asís dio vida hace casi 800 años en Greccio a la primera representación conocida del nacimiento de Jesucristo.
Aquella fría noche de invierno se celebró una misa presidida por Francisco, quien predicó sobre el Nacimiento de Cristo en unas circunstancias tan humildes como las que en se dieron en Belén. Todos los asistentes, reunidos en torno a los animales, que procuraban un poco de calor, escuchaban las palabras del Santo cuando se obró el conocido como “Milagro del Greccio”, pues Juan de Greccio pudo ver cómo un niño recién nacido ocupaba el pesebre vacío que presidía aquella fría cueva.
El lugar del pesebre fue luego consagrado en templo. En honor del padre Francisco se construyó sobre el pesebre un altar y se dedicó una iglesia. Hoy en día se han recuperado la representación viva del Nacimiento por parte de los vecinos del pueblecito. Estas funciones siguen la descripción que el franciscano Tommaso Da Celano dejó de aquel primer belén de 1223. En ellas se gusta además recordar el mito que surgió alrededor de la representación, cuando el santo de Asís cogió entre los brazos la figura en terracota del Niño, y éste tomó vida, y que la paja del pesebre se convirtió además en el mejor remedio para los dolores de las parturientas.
Con el tiempo, aquel acontecimiento de 1223, se fue popularizando hasta desembocar en la representación de belenes en las iglesias valiéndose de figurillas de terracota, cera o madera. Belenes, que sirvieron de gran ayuda a la predicación de la regla Franciscana, pues la humildad de aquella representación se avenía a la perfección con la regla de estricta pobreza regida por la humildad, la sencillez y la cercanía al pueblo, de tal modo que serán los franciscanos en el siglo XIV los que se valgan del pesebre como elemento de predicación. Así, el montaje de belenes se fue consolidando como predicación en Italia y pasó al resto de Europa, primero como práctica eclesiástica, después como algo exclusivo de los aristócratas y por último como una costumbre popular. En el caso de España tenemos que esperar al siglo XVIII para conocerlo. Carlos VII de Nápoles, Carlos III de España, gran amante de estas figuras, promovió la instalación de Belenes entre la Aristocracia, llegando a convertirse con el paso de los años en una práctica popular tanto en España como en el continente americano.

REFLEXIÓN:
En la iglesia del Santuario de Greccio, el Santo Padre Francisco nos legó la siguiente reflexión: “en este signo, sencillo y maravilloso del pesebre, que la piedad popular ha acogido y transmitido de generación en generación, se manifiesta el gran misterio de nuestra fe: Dios nos ama hasta el punto de compartir nuestra humanidad y nuestra vida. Él nunca nos deja solos, sino que nos acompaña con su presencia escondida, pero no invisible. Y lo hace en toda circunstancia, tanto en la alegría como en el dolor, puesto que Él es el Emmanuel, Dios con nosotros.

EVANGELIOS DEL MES DE DICIEMBRE
La lectura que nos ocupa este primer domingo, día del Señor, es la del Evangelio: Lucas (3,1-6): La salvación llega a la historia humana
El evangelio de hoy nos ofrece el comienzo de la vida pública de Jesús. El evangelista quiere situar y precisar todo en la historia del imperio romano, que es el tiempo histórico en que tienen lugar los acontecimientos de la vida de Jesús y de la comunidad cristiana primitiva. Los personajes son conocidos: el emperador Tiberio sucesor de Augusto; el prefecto romano en Palestina que era Poncio Pilato; Herodes Antipas, hijo de Herodes el Grande, como tetrarca de Galilea, donde comenzó a resonar la buena noticia para los hombres; al igual que Felipe, su hermano, que lo era de Iturea y Traconítide; los sumos sacerdotes fueron Anás y Caifás. De todos ellos tenemos una cronología casi puntual. Es una forma de poner de manifiesto que lo que ha de narrar no es algo que puede considerarse que ocurriera fuera de la historia de los hombres de carne y hueso. La figura histórica de Jesús de Nazaret es apasionante y no se puede diluir en una piedad desencarnada. Sería una Jesús sin rostro, un credo sin corazón y un evangelio sin humanidad.
La lectura del evangelio del segundo domingo corresponde al Evangelio. Lucas (3,10-18): La alegría del compartir
El evangelio es la continuación del mensaje personal del Bautista que ha recogido la tradición sinóptica y se plasma con matices diferentes entre Mateo y Lucas. Nuestro evangelio de hoy prescinde de la parte más determinante del mensaje del Bautista histórico y se centra en el mensaje más humano de lo que hay que hacer.
Por tanto, podemos adelantar que Lucas quiere humanizar, con razón, el mensaje apocalíptico del Bautista para vivirlo más cristianamente. En realidad es el modo práctico de la vivencia del seguimiento que Lucas propone a los suyos. Acuden al Bautista la multitud y nos pone el ejemplo, paradigmático, de los publicanos y los soldados. Unos y otros, absolutamente al margen de los esquemas religiosos del judaísmo. Lucas no ha podido entender a Juan el Bautista fuera de este mensaje de la verdadera salvación de Dios. Este cristianismo práctico, de desprendimiento, es una constate en su obra.
Nos encontramos con la llamada a la alegría de Juan el Bautista; es una llamada diferente, extraña, pero no menos verídica: es el gozo o la alegría del cambio. El mensaje del Bautista, la figura despertadora del Adviento, es bien concreto: el que tiene algo, que lo comparta con el que no tiene; el que se dedica a los negocios, que no robe, sino que ofrezca la posibilidad de que todos los que trabajan puedan tener lo necesario para vivir en dignidad; el soldado, que no sea violento, ni reprima a los demás. Estos ejemplos pueden multiplicarse y actualizarse a cada situación, profesión o modo de vivir en la sociedad. Juan pide que se cambie el rumbo de nuestra existencia en cosas bien determinantes, como pedimos y exigimos nosotros a los responsables el bienestar de la sociedad. No es solamente un mensaje moralizante y de honradez, que lo es; es, asimismo, una posibilidad de contribuir a la verdadera paz, que trae la alegría.
Nos acercaremos al tercer domingo del mes con el Evangelio: Lucas (1,39-45): María: confianza absoluta en Dios
El evangelio de Lucas relata la visita de María a Isabel; una escena maravillosa; la que es grande quiere compartir con la madre del Bautista el gozo y la alegría de lo que Dios hace por su pueblo. Vemos a María que no se queda en el fanal de la “anunciación” de Nazaret y viene a las montañas de Judea. Es como una visita divina, (como si Dios saliera de su templo humano) ya que podría llevar ya en su entrañas al que es “grande, Hijo del Altísimo” y también Mesías porque recibirá el trono de David. La escena no puede quedar solamente en una visita histórica a una ciudad de Judá. Sin embargo, esa visita a su parienta Isabel se convierte en un elogio a María, “la que ha creído” Gabriel no había hecho elogio alguno a las palabras de María en la anunciación: “he aquí la esclava del Señor…”, sino que se retira sin más en silencio. Entonces esta escena de la visitación arranca el elogio para la creyente por parte de Isabel e incluso por parte del niño que ella lleva, Juan el Bautista.
Vemos a María ensalzada por su fe; porque ha creído el misterio escondido de Dios; porque está dispuesta a prestar su vida entera para que los hombres no se pierdan; porque puede traer en su seno a Aquél que salvará a los hombres de sus pecados. Este acontecimiento histórico y teológico es tan extraordinario para María como para nosotros. Y tan necesario para unos y para otros como la misma esperanza que ponemos en nuestras fuerzas. Eso es lo que se nos pide: que esa esperanza humana la depositemos en Jesús.
Si no es así, la salvación de Dios puede pasar a nuestro lado sin darnos cuenta de ello. María y Dios o Dios es María son la esencia de este relato.
El Cuarto Domingo de Adviento es la puerta a la Navidad. Y esa puerta la abre la figura estelar del Adviento: María. Ella se entrega al misterio de Dios para que ese misterio sea humano, accesible, sin dejar de ser divino y de ser misterio. Y por eso María es el símbolo de una alegría recóndita. En la anunciación, acontecimiento que el evangelio de hoy presupone, encontramos la hora estelar de la historia de la humanidad. Pero es una hora estelar que acontece en el misterio silencioso de Nazaret, la ciudad que nunca había aparecido en toda la historia de Israel. Es en ese momento cuando se conoce por primera vez que existe esa ciudad, y allí hay una mujer llamada María, donde se llega Dios, de puntillas, para encarnarse, para hacerse hombre como nosotros, para ser no solamente el Hijo eterno del Padre, sino hijo de María y hermano de todos nosotros.

En el cuarto domingo, último del mes y del año, nos adentraremos en el Evangelio: Lucas (2,41-52): «Las cosas de mi Padre»
Esta escena del evangelio, “el niño perdido”, ha dado mucho que hablar en la interpretación. Para los que hacen una lectura piadosa, como se puede hacer hoy, sería solamente el ejemplo de cómo Jesús es “obediente”. Pero la verdad es que sería una lectura poco audaz y significativa. Es la última escena de evangelio de la Infancia de Lucas y no puede ser simplemente un añadido “piadoso” como alguno se imagina. Desde el punto de vista narrativo, la escena de mucho que pensar. Lo primero que debemos decir que es hasta ahora Jesús no ha podido hablar. Siempre han hablado por él o de él. Es la primera palabra que Jesús va a pronunciar en el evangelio de Lucas.
El marco de referencia: la Pascua, en Jerusalén. El que se apunte a la edad de los doce años, en realidad según el texto podríamos interpretarlo “después de los doce”, es decir, los treces años, que es el momento en que los niños reciben su Bar Mitzvá (que significa=hijo del mandamiento) y se les considera ya capaces de cumplirlos. A partir de su Bar Mitzvá es ya adulto y responsable de sus actos y de cumplir con los preceptos. De ahí que se nos muestre discutiendo con los “los maestros” en el Templo, al “tercer día”. Sus padres –habla su madre-, estaban buscándolo angustiados. En todo caso, las referencias a los acontecimientos de la resurrección no deben dejar ninguna duda. Este relato, en principio, debe más a su simbología de la pascua que a la anécdota histórica de la infancia de Jesús. Por eso mismo, la narración es toda una prefiguración de la vida de Jesús que termina, tras pasar por la muerte, en la resurrección.
Las palabras de Jesús a su madre se han convertido en la clave del relato: “¿no sabíais que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?”. Jesús está entre los doctores porque debe discutir con ellos las cosas que se refieren a los preceptos que ellos interpretan y que sin duda son los que, al final, le llevarán a la muerte y de la muerte a la resurrección. Es verdad que con ello el texto quiere decir que es el Hijo de Dios, de una forma sesgada y enigmática, pero así es. Como hemos insinuado antes, es la primera vez que Lucas hace hablar al “niño” y lo hace para revelar qué hace y quién es. Por eso debemos concluir que ni se ha perdido, ni se ha escapado de casa, sino que se ha entregado a una causa que ni siquiera “sus padres” pueden comprender totalmente.

FRASES PARA REFLEXIONAR:
• La figura histórica de Jesús de Nazaret es apasionante y no se puede diluir en una piedad desencarnada.
• Nos encontramos con la llamada a la alegría de Juan el Bautista; es una llamada diferente, extraña, pero no menos verídica: es el gozo o la alegría del cambio.
• la figura estelar del Adviento: María. Ella se entrega al misterio de Dios para que ese misterio sea humano, accesible, sin dejar de ser divino y de ser misterio.
• es la primera vez que Lucas hace hablar al “niño” y lo hace para revelar qué hace y quién es.

Un fraternal saludo en el Señor y Felices Fiestas.