VENTANA DE FORMACIÓN 58. JUNIO 2022

Señor de la Piedad, en Ti confiamos, en Ti nos reencontramos, en Ti nos curamos, en Ti nos salvamos, siempre en Ti.
Estrella, a Ti te pedimos, a Ti te adoramos, a Ti volvemos para vernos a tus pies, a Ti .te buscamos, siempre a Ti…

Desde la Vocalía de Formación, volvemos a encontrarnos, un mes más, con las Ventanas de Formación, con el objetivo de complementar la formación activa que la Vocalía propone para todos los cofrades con sus actividades durante todo el año. Comenzamos el mes de junio, en que recuperado el pulso tras la Semana Santa, más esperada que nunca, llega un mes con la cita ineludible de la Fiesta en honor a Ntro. Padre Jesús de la Piedad y Función Principal de Instituto, el 12 junio a las 12:00 h, en la Iglesia de la Purísima Concepción. Nuestra Hermandad Dominica y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús de la Piedad, en su Sagrada Presentación al Pueblo, María Santísima de la Estrella, Nuestra Señora del Rosario y Santo Domingo de Guzmán, tras la celebración de la Cruz de Mayo y la Misa de Acción de Gracias por este curso cofrade, en la Parroquia de la Merced, se prepara para el paréntesis de tiempo veraniego, que también afecta a estas Ventanas de Formación.

SIGNIFICADOS:
Una de las características de Nuestro Padre Jesús de la Piedad son sus llamativas y magníficas Potencias.
¿Pero qué son las potencias?

Las potencias simbolizan la Divinidad de Jesús, simbolizan ,según se dice, por ser tres, “la plenitud en la gracia, la omnipotencia y la omnisciencia” y surgen de su cabeza como rayos. Entonces, se trata de tres rayos metálicos, simbolizando luz, que parten de la cabeza de Jesús. Pero, ¿cómo surgen? En las primeras representaciones iconográficas de Jesús (bizantinas) se situaba tras la cabeza una cruz griega, con los cuatro brazos iguales y perpendiculares, quedando uno de ellos oculto tras la espalda. Era el llamado nimbo crucífero señal de su crucifixión. En épocas posteriores, Renacimiento y Barroco, la cruz deviene en una especie de rayos (sólo los tres visibles) que se van uniendo y acercándose sobre la cabeza, quedando en la disposición actual.

Según Aristóteles, los seres humanos poseemos 5 géneros de potencias del alma. Las del intelecto son tres: memoria, entendimiento y voluntad. La memoria permite retener el conocimiento. El entendimiento posibilita la comprensión y la voluntad confiere al ser humano el libre albedrío. De ahí que Cristo, como verdadero hombre, también las tuviera, lo que ocurre que al ser el Hijo de Dios, las tenia desarrolladas en su grado máximo. Es la razón de su uso y representación en las imágenes de la Semana Santa, pues es solo de este modo que fue capaz de reunir la fortaleza necesaria para aceptar y padecer la Pasión. Se convirtieron en los verdaderos atributos de Jesucristo: siendo la representación de su condición de Profeta, Sacerdote y Rey.

Los pintores gustaron de su añadido en las representaciones de Cristo. Durero en su grabados las empezó a usar y en España, a principios del XVI, las popularizó El Greco. La cosa se puso seria cuando hablamos de la escultura. ¿Cómo representar las potencias? Pues se recurrió a una pieza tras la cabeza, al modo de las aureolas. Las cofradías usaron la madera dorada, hasta que la moda impuso el uso de la orfebrería, que fue como encontrar la solución idónea. Hasta hoy.
La tipología de las potencias parte de una estructura muy sencilla. Suelen constar de un nudo del que arranca un haz de rayos solares, lisos o flamígeros, con las puntas planas o biseladas. Aprovechando el esquema tripartito en el nudo se suele incorporar las letras del anagrama ‘IHS’, el emblema cristológico por excelencia, digno de estas preseas.

EVANGELIOS DEL MES DE JUNIO
El misterio de la Trinidad es la esencia de Dios. La esencia de Dios no es sino su ser; aunque su ser o esencia de “ser” Padre, Hijo y Espíritu. Confesamos que Dios es uno, pero su esencia es de Padre (este concepto abarca todo lo que es un padre y una madre, aunque superados); pero también es Hijo, la esencia de ser un hijo como misterio de generación eterna; y también es por encima de cualquier cosa amor, se expresa a sí mismo, se dice a sí mismo, como amor, como Espíritu. Todo ello en Dios es esencial: no puede ser Padre solo; no puede ser Hijo solo; no puede ser Espíritu solo. La Trinidad, pues, es un diálogo eterno de relaciones de amor, porque el Hijo procede del Padre y el Espíritu del Padre y el Hijo. Hablar de que es Padre, Hijo y Espíritu significa que siente como un padre y una madre; siente la experiencia de ser Hijo con lo que ello significa en relación a unos padres y se expresa como Dios amando, y no de otra manera. Esto es lo más importante de la Trinidad.

Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 19-23
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

El evangelio nos viene a decir que desde el mismo día en que Jesús es resucitó de entre los muertos, su comunicación con los discípulos se realizó por medio del Espíritu. El Espíritu que «insufló» en ellos les otorgaba discernimiento, alegría y poder para perdonar los pecados a todos los hombres. El saludo de la paz, shalom, se repite en el relato por dos veces para confirmar algo que va mucho más allá del saludo cotidiano en el mundo bíblico y entre los judíos. Es el saludo de parte de Dios y es el saludo para preparar los que les va a otorgar a los suyos: la fuerza del Espíritu Santo. De esa manera la unión entre Jesús resucitado y el Espíritu Santo es indiscutible. Será, pues, el mismo Espíritu, es que les garantice el acontecimiento de la resurrección. Pero también el de la misión.
Pentecostés es la representación decisiva de cómo la Iglesia, nacida de la Pascua, tiene que abrirse a todos los hombres. La verdad es que el Espíritu del Señor estuvo presente en toda la Pascua y fue el auténtico artífice de la iglesia primitiva desde el primer día en que Jesús ya no estaba con ellos.

Evangelio: Juan (16 ,12-15): El Espíritu de la verdad, nos ilumina

Este último anuncio del Paráclito en el discurso de despedida del evangelio de Juan responde a la alta teología del cuarto evangelio. ¿Qué hará el Espíritu? Iluminará. Sabemos que no podemos tender hacia Dios, buscar a Dios, sin una luz dentro de nosotros, porque los hombres tendemos a apagar las luces de nuestra existencia y de nuestro corazón. El será como esa «lámpara de fuego» de que hablaba San Juan de la Cruz en su «Llama de amor viva».
Es el Espíritu el que transformará por el fuego, por el amor, lo que nosotros apagamos con el desamor. Aquí aparece el concepto «verdad», que en la Biblia no es un concepto abstracto o intelectual; en la Biblia, la verdad «se hace», es operativa a todos los niveles existenciales, se siente con el corazón. Se trata de la verdad de Dios, y esta no se experimenta sino amando sin medida. Lo que el Padre y el Hijo tienen, la verdad de su vida, es el mismo Padre y el hijo, porque se relacionan en el amor, y la entregan por el Espíritu. Nosotros, sin el amor, estamos ciegos, aunque queramos ser como dioses.

Evangelio: Lucas (9, 11-17): La Eucaristía, experiencia del Reino de Dios
Lucas ha presentado la multiplicación de los panes como una Eucaristía. En este sentido podemos hablar que este gesto milagroso de Jesús ya no se explica, ni se entiende, desde ciertos parámetros de lo mágico o de lo extraordinario. Los cinco verbos del v. 16: “tomar, alzar los ojos, bendecir, partir y dar”, denotan el tipo de lectura que ha ofrecido a su comunidad el redactor del evangelio de Lucas. Quiere decir algo así: no se queden solamente con que Jesús hizo un milagro, algo extraordinario que rompía las leyes de la naturaleza (solamente tenían cinco panes y dos peces y eran cinco mil personas). Por tanto, ya tenemos una primera aproximación. Por otra parte, es muy elocuente cómo se introduce nuestro relato: los acogía, les hablaba del Reino de Dios y los curaba de sus males. Por tanto la “eucaristía” debe tener esta dimensión: acogida, experiencia del Reino de Dios y curación de nuestra vida.

Evangelio (Lucas 9,51-62): Seguir a Jesús: renuncia a la violencia y a ideologías de muerte
Por último la lectura del Evangelio del XIII Domingo del tiempo ordinario que nos ofrece San Lucas (9, 51-62) expone una ocasión clave de la vida de Jesús. Es el momento de ir a Jerusalén; es el comienzo del “viaje hacia la ciudad Santa”. El Evangelio de hoy está formado por dos narraciones: la repulsa de Jesús en Samaría y las exigencias del discipulado. Él no hizo discípulos enseñándoles una doctrina, como los rabinos, sino enseñándoles a vivir de otra forma y manera. Jesús nos enseña a renunciar a la violencia cuando no es recibido en Samaría sabiendo que no iban a ser bien recibidos aun así pasa por ese territorio para anunciar el mensaje del Reino de Dios. Jesús no se esconde, es valiente. Inmediatamente después se nos presenta el conjunto de las llamadas de Jesús a seguirlo.

Un fraternal saludo en el Señor.