VENTANA DE FORMACIÓN Nº 64. FEBRERO 2023

Señor de la Piedad, más que nunca TE necesitamos, ten Piedad de todos nosotros, como tu Santo Nombre nos recuerda, Jesús, Rey, Hombre y Dios.

Estrella, más que nunca TE necesitamos, sé nuestra guía en el mar oscuro de la vida, como tu Santo Nombre nos recuerda, Estrella del Mar, del Cielo y de nuestras vidas.

Desde la Vocalía de Formación, volvemos a encontrarnos, un mes más, con las Ventanas de Formación, con el objetivo de complementar la formación activa que la Vocalía propone para todos los cofrades con sus actividades durante todo el año. Con el paso del tiempo, la Hermandad Dominica y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús de la Piedad, en su Sagrada Presentación al Pueblo, María Santísima de la Estrella, Nuestra Señora del Rosario y Santo Domingo de Guzmán continúa su actividad durante esta parte del año en la que estamos a punto de entrar en las fechas más esperadas: la Cuaresma. Así, fiel a la cita anual, un miércoles al año es el más esperado para todo el mundo cofrade: el Miércoles de Ceniza, que acontecerá el próximo 22 de febrero.

Y así, también previstas están fechas como los primeros ensayos de costaleros, que se mezclarán en el tiempo con cultos como la Fiesta de la Candelaria del próximo 4 de febrero a las 19:30 h. En esta festividad, recordamos la Presentación del Niño Jesús en el Templo de Jerusalén y la purificación de la Virgen María después del parto, para cumplir la prescripción de la Ley del Antiguo Testamento. Eucaristía que celebraremos en nuestra Iglesia Conventual y que tendrá carácter de Misa de Hermandad.

Y si esto no fuera poco, para tener más certera la llegada de la Cuaresma, el día 12 de febrero a las 12:30 y en la Plaza de la Purísima Concepción, se celebrará el I Certamen Benéfico Piedad y Estrella con la actuación de la Banda de Cornetas y Tambores Santísimo Cristo de la Expiración, la Asociación Cultural Musical «Lázaro Rueda» de Los Villares y la Agrupación Musical Nuestro Padre Jesús de la Piedad en su Presentación al Pueblo «La Estrella». Y sin tiempo para dudar, el próximo día 24, la cita no puede ser más interesante y esperada, la presentación del cartel del Domingo de Ramos y del boletín Estrella, que comenzará justo a las 21:00 en la sede de la Agrupación de Cofradías, sita en la calle Bernardo López.

SIGNIFICADOS:

En relación a la Liturgia, de la que hemos hablado últimamente, es el momento de dar unas pinceladas sobre los templos litúrgicos. El templo está consagrado para el culto a Dios. Es verdad que Dios está presente en todas partes, pero el templo es un lugar visible de su presencia en este mundo. Por lo tanto, el templo es la casa de Dios. Más comúnmente lo llamamos “iglesia”. Por eso, siempre que vemos una iglesia, nos acordamos de que Dios está presente en el mundo y hacemos la señal de la cruz. El templo o iglesia es también la casa del pueblo de Dios, reunido para escuchar la Palabra de Dios, para rezar, para fraternizar como hijos de Dios. Sabiendo esto, desde el Antiguo Testamento, se han  construido templos y altares para bendecir a Dios, desde Constantino en año 313 d.C. el que permitió el culto público. Y fue él, el que mandó construir las basílicas, que eran edificios muy grandes, en un inicio dedicadas al rey o emperador, y después ofrecidas a Dios, el Rey de reyes. Un templo se transforma en basílica por decisión pontificia, es decir, del Papa. De esta forma, son basílicas aquellas iglesias que por aspectos de cierto relieve, son reconocidas y designadas por privilegio papal. Se distinguen dos tipos de basílicas «mayores» y «menores». Son basílicas mayores o patriarcales las cuatro que en Roma están designadas para ganar la Indulgencia del Año Jubilar, y a las que se ingresa por la Puerta Santa que cada uno posee, y que son: San Pedro del Vaticano, San Juan de Letrán, Santa María la Mayor y San Pablo Extramuros. Son basílicas menores todas las demás, repartidas por el mundo y que son reconocidas o designadas como tales por decisión pontificia. Por ejemplo, nuestra Basílica Menor de San Ildefonso. Y siempre que cumplan tres requisitos:  Debe ser un templo de regio esplendor, arquitectónicamente importante y destacado. Debe ser foco espiritual de una comunidad que es santuario para la multitud de devotos que acuden a él. Bajo sus bóvedas, debe poseer un tesoro espiritual y sagrado, dando culto ininterrumpido al Señor, a la Virgen y al Santo venerado en él, o sea, que la devoción a la imagen que allí se venere sea importante y traspase los límites de su propia comunidad.

Por otro lado, una catedral es un templo cristiano, donde tiene sede o cátedra el obispo, siendo así la iglesia principal de cada diócesis. La sede o cátedra episcopal es el lugar desde donde cada obispo preside y guía a su grey, enseñando, desde el servicio a la comunidad, la vida de fe y la doctrina de la Iglesia. Es por eso que las catedrales son de gran tamaño y antiguamente contaban con ser la mayor iglesia de la diócesis. Hoy prima la funcionalidad sobre la grandeza y una iglesia catedral puede ser modesta en cuanto a tamaño se refiere.

Por último, una capilla es un tipo de oratorio que puede ser independiente o formar parte de una estructura o edificio mayor.  La capilla se suele componer esencialmente de un retablo y altar, y está dedicada a la devoción a algún santo o alguna advocación de la virgen.

EVANGELIOS DEL MES DE FEBRERO

La primera Lectura del mes de febrero podemos leerlo y meditarlo en el Evangelio: Mateo (5,13-16): Sal de la tierra y luz del mundo

El evangelio de Mateo, hoy, prosigue el sermón de la montaña con dos comparaciones -no llegan a parábolas-, sobre el papel del cristiano en la historia: la sal de la tierra y la luz del mundo. Todos sabemos muy bien para qué es la sal y cómo se degrada si no se usa. De la misma manera, desde las tinieblas, todos conocemos la grandeza de la luz, del día, del sol. Probablemente son de esas expresiones más conocidas del cristianismo y de las más logradas. En los contratos antiguos se usaba la sal como un símbolo de “permanencia”. Ya sabemos que la sal conserva las cosas, los alimentos… y era un signo de la Alianza en el ámbito del judaísmo por ese sentido de la fidelidad de Dios a su pueblo y de lo que Dios pedía al pueblo. Entonces entenderemos muy bien el final de la comparación: “si la sal se vuelve sosa”… hay que tirarla. Pierde su esencia. No olvidemos que esta comparación viene a continuación de las bienaventuranzas y por lo mismo debemos interpretarla a la luz de la fuerza de las mismas. El cristiano que pierde la sal es el que no puede resistir viviendo en la opción de las bienaventuranzas.

La luz del mundo, y la ciudad en lo alto del monte… tienen también todo su sabor bíblico. Sobre la luz sabemos que hay toda una teología desde la creación… Pero también se usa en sentido religioso y se aplicaba a Jerusalén, la ciudad de la luz, porque era la ciudad del templo, de la presencia de Dios. Por eso “no se puede ocultar una ciudad”… hace referencia, sin duda a estos simbolismos de Jerusalén, de Sión, de la comunidad de la Alianza. El cristiano, pues, que vive de las opciones de las bienaventuranzas no puede vivir esto en una experiencia exclusivamente personal.. Es una interpelación a dar testimonio de esas opciones tan radicales del seguimiento de Jesús, de la fuerza del evangelio.

Con estos dichos del Señor se quiere rematar adecuadamente el tema de las bienaventuranzas. Efectivamente, esto que leemos hoy debemos ponerlo en relación directa, no solamente con el estilo literario de las bienaventuranzas, sino más profundamente aún con su teología. El Reino de Dios tiene que ser proclamado y vivido y el Sermón de la Montaña es una llamada global a llevarlo a la práctica.

El  Evangelio (Mateo 5,17-37): La alternativa de Jesús a la ley, es la segunda lectura de febrero. Estamos ante una de las partes más significativas del Sermón de la Montaña. En el caso que nos ocupa nos encontramos con un material muy específico como son las famosas «antítesis», de las que en este caso se nos ofrecen cuatro.

Si nos fijamos concretamente en las antítesis, la primera (5, 21-26) nos habla de «matar», pero en realidad, desde el punto de vista formal, son tres elementos es uno: matar, encolerizarse contra el hermano, adversario-juicio. La radicalidad, pues, se da en que matar a alguien es un infierno. Pero se comienza a matar de muchas formas y de muchas maneras, aunque no nos sea permitido establecer una coordinación de los tres momentos del conjunto.

La segunda de las antítesis (5,27-30) nos habla del adulterio. ¿Es tan importante este propósito como para que forme parte de las antítesis o del Sermón de la montaña? También aquí se concatenan tres elementos formales: adulterio-concupiscencia, el ojo que se escandaliza y la mano. Estamos hablando de algo que afecta al matrimonio y a la familia, como base fundamental de la sociedad y de la sociedad judía. Entre otras razones porque el matrimonio es casi una obligación para un judío y eso que Jesús, con absoluta seguridad, no decidió casarse por dedicar su vida al «anuncio del Reino de Dios». En una sociedad de relaciones familiares, pues, el adulterio es un atentado a lo más esencial de la familia judía. Pero hay más desde el punto de vista de Jesús: su amor por los pequeños, por la mujer, por los que no cuentan. En la praxis judía, los que habían sido cazados en adulterio podrían ser condenados a muerte por lapidación, pero se encontraban, a veces, razones e interpretaciones para no aplicarlo, quizás porque los varones siempre encuentran sus privilegios. ¿No intentaría Jesús defender a la mujer, casada o no, con esta radicalidad? Podríamos aplicar que se pide que la mujer no sea solamente objeto de deseo, sino persona que es igual que los varones, madre de sus hijos, como lo es el varón padre de sus hijos.

La tercera antítesis (5,31-32), es sobre el divorcio. Es toda una consecuencia de lo anterior.  ¿Por qué prohíbe esta antítesis que nadie se case con una repudiada? Si la mujer ha obtenido el libelo de repudio se debería entender que está libre. Esta antítesis no parece estar en la línea radical de las dos anteriores;  En síntesis, debemos afirmar que la radicalidad existe; que el divorcio no puede quedar como algo trivial, sino que es un atentado contra el amor. El divorcio no es permitido porque es un atentado a la mujer, ya que las escuelas rabínicas dejaban claro su pretensión de que el hombre era quien tenía el privilegio del acta de divorcio.

La cuarta antítesis nos habla del juramento (5,33-37). Se podría entender que jurar en falso no es propio de los seguidores de Jesús. No se debe jurar, ni por Dios, ni por los hombres, ni por uno mismo, ni en nombre de lo más sagrado ¿Por qué? Porque no se jura para apoyar nuestra verdad o para reafirmar nuestra mentira o nuestra maldad. La verdad o la mentira resplandecen por sí solas. Es verdad que se quiere subrayar que la justicia cristiana no puede estar engolfada en la mentira.

El Evangelio (Mateo 5,38-48): Frente a la violencia, el amor a los enemigos. El texto de Mt 5,38-48 es, como hemos adelantado, un hito prodigioso de luz y solidaridad para la humanidad. Nadie como Jesús se ha atrevido a hablar de esa forma y a jugarse la vida frente al odio del mundo y a la venganza entre enemigos.

Es verdad que en el Antiguo Testamento, exactamente, no se dice «aborrecerás o odiarás a tu enemigo», pero como todos los que no son de la comunidad de Israel no pertenecen al pueblo de Dios, no había más que un paso para un tipo de relación de enemistad. Es decir, pueden ser excluidos del amor del buen israelita los que no son prójimo, los que no son de los nuestros. Aquí Jesús intenta poner el dedo sobre la llaga; intenta hablar y exigir que tengamos los mismos sentimientos de Dios, porque El no tiene enemigos, nadie es extraño para El, a nadie niega la lluvia y el sol. Jesús, pues, con estas antítesis, y principalmente con la última quiere incorporarnos a la «familia de Dios, del Dios como Padre», y en Él no cabe odio alguno. Por lo mismo, el amor al enemigo es la concreción más radical, por parte de Jesús, del amor al prójimo. No basta decir que el prójimo es el que piensa como yo, quien es de los míos; el prójimo son todos los hijos de Dios, y ningún hombre o mujer están excluidos de este derecho.

La quinta antítesis nos enfrenta a la no-violencia (5,38-42) teniendo como frontispicio la famosa ley del talión: «ojo por ojo y diente por diente». Si la ley del talión había sido como un protocolo de no excederse en el mal que se ha causado, como casi todo lo de la Torá, quedará «cumplido» siendo más humano y más radical lo que se pide a un cristiano o a una comunidad cristiana. En el lenguaje popular la expresión de «poner la otra mejilla» ya tiene visos de leyenda para muchos y, sin duda, así se vive porque nadie está dispuesto a hacerlo. ¿Qué pretendía, pues Jesús con todo esto? Muchos se hacen esta pregunta y no encuentran fácil respuesta. Pero la cosa es más sencilla que todo eso: se trata de radicalizar la renuncia a la violencia… y todo lo demás podemos considerarlo como leyenda.

El amor a los enemigos (5,43-48) es la sexta y última antítesis de esa «plenitud» de la ley y los profetas que enmarca todo el conglomerado de las antítesis. Es la cumbre de todas ellas y el cenit de la radicalidad con que se pretendía esa plenitud de parte de Dios, revelado por Jesús.

Estamos ante lo que es la esencia y el paradigma de lo verdaderamente cristiano; no hay algo más grandioso, más específico y más difícil de vivir que amar a quien nos odia, porque los enemigos son los que nos odian. Todos los elementos formarles o lingüísticos son de categoría y de contraste: amar, enemigos, hacer el bien, los que odian, bendecir, los que maldicen, orar, los que maltratan. Pero debemos tornar en consideración que en medio de estas oposiciones el punto de referencia es «el Padre del cielo», que es Dios. Esta antítesis no se puede entender sin esa referencia capital. El ejemplo del sol y de la lluvia es de una creatividad sin igual, que ningún humanista, filósofo o filántropo han podido imaginar. Hay que amar y perdonar a los enemigos, porque el «Padre del cielo» lo da todo a todos, es decir, no tiene enemigos.

El último domingo de febrero, el Evangelio: Mateo (4,1-11): El Hijo de Dios vive nuestra existencia “de verdad”

Cada evangelista, en el respectivo año litúrgico, nos ofrece su versión de Jesús tentado, como Adán y Eva en el paraíso. Los que más se parecen, a diferencia de Marcos, son los relatos de Mateo y Lucas. Éste ha cambiado el orden, por razones teológicas; pero el mensaje no puede ser muy distinto en uno y otro, aunque con matices. No debemos asombrarnos si decimos y subrayamos que el relato va más allá de lo puntualmente “histórico”, para ser un ejemplo vivo en la comunidad de cómo hay que luchar contra lo que nos deshumaniza en razón de una falsa “divinización”. Porque la divinización es pecado cuando viene de nosotros mismos que no aceptamos nuestra vida ni la de nuestros hermanos los hombres; pero es gracia y salvación cuando viene de Dios como don de la creación y de la redención.

Tres pruebas, como número simbólico, cumplen de modo perfecto esa oración a Dios. Y así: 1) rechazando convertir las piedras en pan ha amado con todo el corazón; 2) al rehusar poner a Dios a prueba inútilmente, ha amado con toda al alma; 3) no aceptando los reinos que le ponen a sus pies, ha amado con toda las fuerzas. Eso es lo que no fue posible en el paraíso. El rechazo de Jesús a todo lo que se le ofrecía no es una victoria humillante; era lo único que verdaderamente le podía mantener unido a Dios y a todos los hombres. Estas fidelidades de Jesús, fidelidades que se muestran a todo lo largo de su vida, lo harán más humano y más cercano. Jesús, el Hijo de Dios, mientras está en el papel radical de la encarnación no sueña, ni siquiera, con ser Dios o tener su poder. Sería un sueño imposible que deja un gran vacío; así lo han pretendido los hombres, emperadores o no, que han querido ser adorados; pero la verdad es que nunca llegaron a ser dioses, se alejaron de los hombres, eso sí, y se quedaron solos para siempre.

Un fraternal saludo en el Señor.